DÍAZ FERNÁNDEZ, José

(En Política, Nº 11. Junio-julio, 1994). Por José Esteban y Gonzalo Santonja

[Aldea del Obispo (Salamanca), 1898-Tolouse (Francia), 1941]

José Díaz Fernández, salmantino de Aldea del Obispo, nació en el emblemático año de 1898, a quien el durísimo vendaval de la derrota republicana llevó a fallecer en la localidad francesa de Toulouse el 18 de febrero de 1941. La muerte le sorprendió en la sórdida miseria de una "chambre-meublée", cuando en compañía de su mujer y su hija esperaba, impaciente, unos pasajes con destino a Cuba, la isla amiga de sus últimas esperanzas. Un puñado de compañeros de infortunio, tan perseguidos y acosados como él, organizó una colecta de urgencia y gracias a la intensa solidaridad de los maltrechos restos de la comunidad de refugiados, sometidos a la zozobra de la impunidad que a los sayones del franquismo concedían las autoridades colaboracionistas francesas, pudieron recaudarse los mínimos caudales necesarios para proporcionarle un lugar de reposo definitivo. Republicano convicto y confeso, en la España de hoy parece qué-no interesa, a quien debiera, reivindicar su memoria.

Decidido conspirador contra Primo de Rivera y la penosa ficción del régimen alfonsino, el paso de Díaz Fernández por la política, de la que ningún provecho personal extrajo, casi siempre estuvo volcado del lado de la literatura y el periodismo o las editoriales; es decir, quiso influir en la política a través de la "rehumanización" de la literatura y el arte, y no al revés, enarbolando para ello la bandera de un doble compromiso: compromiso con su tiempo, que exigía un cambio de formas y un cambio de temas, y compromiso con la literatura, regida por sus propias leyes y, en tal sentido, al margen de cualquier dogma, pero no por eso practicada haciendo abstracción de las circunstancias y, muchísimo menos, en contra de los proyectos progresistas de futuro. Al contrario. Frente al marbete de "literatura de vanguardia", Díaz Fernández acuñó el de "literatura de avanzada". ¿Cuál era la distinción? Se imponía una vuelta a lo humano que agregase a "su pensamiento y a su estilo las cualidades específicas del tiempo presente". La literatura de avanzada o el nuevo romanticismo, que nuestro autor propugnaba, se oponía a la concepción de la modalidad vanguardista que daba absoluta prioridad (dogmática, residual y muchas veces mimética) a la evasión o la intrascendencia, a las virtuosidades gratuitas, apoliticismo como cuestión de fe y al mal tenimiento de una actitud engañosamente metafísica frente a la realidad. Su vuelta lo humano, por otra parte, partía del respeto a tres principios fundamentales: esmero en la elaboración formal, aspecto éste ineludible y punto de partida básico para cualquier escritor; sensibilidad y disposición para tratar temas que por su propia naturaleza poseían un contenido moral, y, por último conciencia de la intrínseca dignidad del oficio de escritor, lo cual se concretaba en la difícil búsqueda del punto de óptima confluencia entre la libertad artística y el compromiso consciente.

"La verdadera vanguardia -escribía- será aquella que ajuste sus formas nueva de expresión a las nuevas inquietudes de pensamiento. Saludemos al nuevo romanticismo del hombre y la máquina que harán un arte para la vida, no una vida par: el arte."

Diputado por el Partido Radical-Socialista, primero, y por Izquierda Republicana después, durante la guerra ocupó, exclusivamente, cargos de gestión intelectual o relacionados con cuestiones editoriales o de prensa, como la secretaría política de Instrucción Pública o la jefatura de las ediciones del subsecretariado de propaganda del Ministerio de Estado. Políticamente nadie le recuerda un mal gesto, y respecto a la violencia imperante, por él no querida ni fomentada, se limitó a sufrirla colaborando con todas sus fuerzas, que lo eran intelectuales y organizativas, en la defensa de la legítima causa de la II República. Lo cual sabría hacer con la moderada firmeza de quienes no necesitan de estridencias que pongan en sordina sus dudosos pasados, modo de vida (porque llega a ser eso: un verdadero modo de vida) que en este país tal vez haya encontrado a algunos de sus más consumados especialistas.

Teórico crucial, novelista de cierto éxito (El blocao, su primer libro de relatos, un crudo y estremecedor testimonio contra la guerra de Marruecos, alcanzó un buen nivel de ventas y obtuvo los mejores elogios), impulsor de revistas tan decisivas come "Post-Guerra" o "Nueva España", y miembro del grupo de Ediciones Oriente, aparte de crítico literario y articulista de notable influencia, su figura resultó con osada ignorancia ninguneada después de la guerra y prácticamente hasta hoy.

Cronología política

1920-1925. Vinculado al republicanismo asturiano que dirigía Álvaro de Albornoz. Secretario del Ateneo Obrero de Gijón y redactor de "El Noroeste".
1925-1930. Reside en Madrid. Durante este período ejerce como periodista en "El Sol"; también como cronista literario. Fundador de la colección de textos políticos Ediciones Oriente. Exiliado y también encarcelado por su implicación en conspiraciones contra la dictadura. Durante la primavera de 1929 participa, en la cárcel Modelo, en la creación del Partido Republicano Radical-Socialista, junto a Álvaro de Albornoz, Benito Artigas Arpón, Ángel Galarza y Marcelino Domingo.
1931-1936. Diputado por Asturias (1931-1933). Participa en la Comisión de Educación. Gran propagandista de la Escuela Única. Fundador y dirigente de Izquierda Republicana (1934). Impulsor del liderazgo de Manuel Azaña a través de una campaña de prensa durante 1935. Secretario político de Francisco Barnés en el Ministerio de Instrucción Pública tras la victoria del Frente Popular, con la tarea de reconstruir la enseñanza laica y republicana, muy dañada en el bienio negro.
1936-1939. Ejerce cargos oficiales vinculados a la prensa y, especialmente, a lo relacionado con la imagen de la República fuera de España.