MOROTE, Luis

(En Política, Nº 34. Julio-Agosto, 1999). Por José Esteban

[Valencia, 1864-Madrid, 1913]

Valenciano como Blasco Ibáñez, el nacimiento de Luis Morote coincide con la puesta en circulación del término "anticlericalismo", debido a un ministro francés del Segundo Imperio. Pero también en el resto de Europa, durante la segunda mitad del siglo XIX, se produce una lucha a muerte entre el clericalismo, que pretende el dominio de la superestructura del Estado por medio de la educación y el monopolio del culto, y el laicismo, cuya manifestación más clara 'es el anticlericalismo y cuyas armas son la libertad y la tolerancia.

En esta situación se enmarca la práctica anticlerical de Luis Morote, reflejo de la España de su tiempo y de modo más concreto de la Valencia pequeño burguesa. Hijo de una familia liberal, Morote, con catorce años, en 1876, ingresa en la Universidad. Precisamente en ese año se crea en Madrid la Institución Libre de Enseñanza, que agrupa a lo más sugestivo de la intelectualidad y la democracia española: Giner de los Ríos, Azcárate, Salmerón, Labra, Simarro, Costa.... El espíritu de la Institución infundió también la Universidad valenciana en los años que Morote cursó sus estudios, para doctorarse en Madrid con sus admirados maestros: "Era el primer año en que los catedráticos amantes de la santa y necesaria independencia de la enseñanza volvían a sus cátedras por virtud de la famosa circular de Alvareda que los restituyó en la posesión de un derecho que arbitrariamente les arrancara el primer Gobierno de la Restauración".

Giner enseña Filosofía del Derecho y su clase se llena de los alumnos más inquietos, entre ellos Morote, que se introduce así en la selecta minoría de los institucionistas, dentro del ámbito de Institución-comunidad espiritual. Se doctora con una tesis sobre la libertad política e inicia su brillante carrera como abogado y periodista, primero en su ciudad natal y luego en Madrid.

Morote repudia muy pronto el sistema político impuesto por la Restauración. Cerca de su ciudad se yuguló a la primera República española y es algo que nunca olvidará. Inicia sus colaboraciones en "El Mercantil Valenciano", que abre sus páginas al republicanismo y en defensa de las reivindicaciones obreras. Son años de intensa actividad periodística-política que terminan con la marcha a Madrid, en 1889, como corresponsal de "El Liberal" para "El Mercantil Valenciano". Ambos expresión del republicanismo, el primero a nivel nacional y el segundo a escala regional.

Morote cubrirá como corresponsal los acontecimientos más conflictivos de aquellos años. Estuvo en Jerez en los sucesos de 1892, en Melilla, en 1893 y finalmente en Cuba en 1895, lo que terminará marcando su vida.

Vive y narra los avatares de la insurrección colonial, es apresado y juzgado por los cubanos y al final absuelto y recibido en España como un héroe que ha sabido llevar al periodismo más allá de sus propios límites. Morote dio a conocer así las verdaderas razones de la intervención yankee y el significado último de "América para los americanos", que en realidad debe leerse "América para los norteamericanos" y también "Cuba para los anglosajones".

A partir del desastre, Morote ingresará en las filas de los regeneracionistas en busca de la salvación nacional. Critica la política de la Restauración, como culpable del desastre nacional. Publica "La moral de la derrota", y defiende el movimiento democrático de las clases medias, únicas capaces de la ansiada regeneración.

Quizá su libro más famoso sea "El pulso de España", colección de entrevistas políticas realizadas en el verano de 1903 y aparecidas en el "Heraldo de Madrid" y en "El Mundo" de la Habana "(...) es un documento inapreciable para juzgar nuestra época -escribió Blasco Ibáñez- La España de la Restauración, con sus hombres buenos y nocivos, con los representantes del porvenir y del pasado, está por entero en los libros de Morote".

Pero aún hay mucho más. Morote viajó en busca de la revolución rusa de 1905, y dejó claro su instinto periodístico en las entrevistas que hizo a Tolstoi en Yasnia-Poliana y a Gorki en su refugio de Estonia; también visita a Merejkosvski, cuya novela sobre Juliano el Apóstata había traducido en 1901.

En plena lucha de controversia religiosa, publica "Los frailes en España", con la muy sana intención de que el Congreso no apruebe el convenio firmado en 1904 con Roma, que aseguraba una especie de "status quo" a los religiosos y consolidaba su existencia legal.

Fue diputado republicano por Madrid en las Cortes de 1905 y 1907, pero su gran labor fue la de periodista y en ella ocupó y debe ocupar un puesto de primer orden. Dirigió los diarios "La Mañana" y "La Noche".

Doctrinalmente, Morote debe ser incluido entre los intelectuales del "reformismo social", seguidores del Krausismo, y de la evolución social progresiva y pacífica. Ya desde Ramón de la Sagra, los republicanos incluían la cuestión social como punto clave de su ideario y durante la Restauración, educados la mayoría en la Institución, se erigen en los más grandes propagadores de las reformas sociales. Claros ejemplos serían Salmerón, los hermanos Giner de los Ríos, Posada Azcárate, Altamira, Morote, Melquíades Álvarez... hasta llegar a Azaña. Ellos defienden sus postulados en la prensa, en la cátedra, en el Congreso y sus nombres aparecen en la Comisión de Reformas Sociales, en la defensa de las leyes de protección al trabajo, defendiendo el derecho de huelga, la jornada laboral de ocho horas y, en fin, aliados con los socialistas.

Falleció en Madrid, el 4 de mayo de 1913, en plena actividad, esperando el estreno teatral de su amigo Paul Hervieu, que había traducido. Días antes trabajó febrilmente contra el decreto que establecía la enseñanza en la escuela del catecismo.

El sepelio es multitudinario. Sus hermanos lo entierran en un cementerio católico, lo que produce las iras de los librepensadores. Su lugar, piensan ellos y pensamos nosotros, estaba en el cementerio civil junto a las grandes figuras del progreso, junto a los maestros de la libertad, Pi y Margall y su maestro Giner de los Ríos.