PI Y MARGALL, Francisco

(En Política, Nº 45. Septiembre-octubre, 2000). Por José Esteban

[Barcelona, 1824-Madrid, 1901]

Se cumplen ahora (29.11.2001) los cien años del fallecimiento "de aquel español insigne que se llamó Francisco Pi y Margall". El que fuera segundo presidente de la primera y glo­riosa República española, nació en Barcelona, el 19 de Abril de 1824, y murió en Madrid al amanecer del 29 de Noviembre de 1901.

De familia modesta, hizo sus primeros estudios en el seminario de su ciudad natal, trasladándose a Madrid, donde se doctora en derecho a los veintitrés años, en 1847. En estos años estudió literatura y aprendió diver­sas lenguas, dando clases para sobrevivir. Más tarde se empleó en la sucursal madrileña de la barcelonesa Ban­ca Martí. Comienzan en estos años sus colaboraciones literarias en la revista Renacimiento y en El Correo, pero poco a poco se fue orientando hacia la política, sobre todo a partir de 1854.

De estos años data la continuación de la obra monu­mental de Piferrer, Recuerdos y bellezas de España, que no concluyó, y el primer tomo de una Historia de la pintura en España, condenado por la Iglesia, igual que sus Estudios sobre la Edad Media. También de entonces data su edición de las obras del Padre Mariana para la "Biblioteca de Autores Españoles", de Rivadeneira. Pero es sobre todo su libro La reacción y la revo­lución (1854), predecesor en cierta manera de El principio federativo de Proudhon, y en el que se contiene el fundamento de su teoría federativa, el que le inclina decididamente hacia la política.

Presidente de la I República

Colabora entonces en La razón, revista quincenal que fundaron Roque Barcia, Canalejas, Morayta y otros, e ingresa como redactor, en julio de 1857, en el periódico democrático La discusión, que dirigía Nico­lás María Rivero. En sus páginas mantuvo sugestivas polémicas con los liberales que negaban a la ideología socialista su carácter democrático.

En 1864, Pi se encarga de la dirección del periódi­co, combatiendo a la monarquía, hasta que los sucesos de 22 de Julio de 1866, le llevan al exilio parisiense. Allí permanece hasta 1869, al ser elegido diputado por las Constituyentes, en las listas del partido Republica­no Federal por Barcelona. Defiende, en las Cortes, su federalismo, lo que le lleva a oponerse al reinado de Amadeo I e interviene de manera directa en la procla­mación de la primera República.

En el primer Ministerio del nuevo régimen ocupó la cartera de Gobernación, destacándose como su más decidido defensor. Ocupó después la presidencia en sustitución de Estanislao Figueras, tan sólo durante treinta y siete turbulentos y dramáticos días, con luchas políticas internas, con levantamientos cantonales, con crímenes políticos y con la guerra carlista. No obstante llegó a extender su tesis federalista a la isla de Cuba, proyectando engarzarla como estado federal de la República española. Obligado a un retiro político, a partir del verano de 1873, Pi y Margall se dedica a enriquecer su obra de pensador y literato, comenzando la preparación de su mejor obra, Las Nacionalidades.

En 1874 fue objeto de un atentado personal, el domingo 3 de Mayo, en su domicilio de la calle de Pre­ciados de Madrid. Un perturbado logró introducirse en sus habitaciones, y tras disparar sin ninguna puntería contra el ex Presidente del Ejecutivo, volvió el arma contra sí mismo, cayendo mortalmenle herido. Existe reseña puntual de este atentado en la obra Historia de España en el siglo XX, redactada por su hijo, Francis­co Pi y Arsuaga.

Las Nacionalidades aparece en 1887. Compendia allí toda su doctrina federalista, que divulga en las páginas del semanario El nuevo régimen, que desapa­rece después de su muerte. En el llamado año del "Desastre", 1898, mantuvo su oposición a la guerra contra los Estados Unidos y su viejo proyecto de auto­nomía para Cuba. En 1901, el año de su muerte, volvió a Barcelona, cuyos juegos florales presidió con un notable discurso. Vuelto a Madrid, trabajó incansable­mente, como siempre lo había hecho, hasta el mismo día de su muerte: 29 de Noviembre.

Fue Pi y Margall hombre consecuente con sus ideas políticas y de una intachable honradez personal. Sus ideas federalistas, que chocaron con la sociedad de su tiempo, han vacilo a la actualidad y viven en estos momentos una atención y un estudio y una esperanza dignos de todo elogio. Como escritor poseyó una curio­sidad rayana en la dispersión, y gozó de un estilo casti­zo y clásico.

"Aquellos que poseyendo sólo condiciones brillan­tes -escribió el Conde de Romanones en Los cuatro presidentes de la Primera República Española- consi­guieron alta notoriedad en vida, caen pronto en el olvi­do; en cambio, otros, al transcurrir los años después de su muerte, no sólo se consolida su fama, sino que ésta se acrece y aumenta: entre estos se halla Pi y Margall".

Azorín, que le dedicó un elogioso artículo en El Globo (11.2.1903), escri­bió: "En el aniversario de la República, ¿por qué no evocar la figura del más grande de los republicanos españo­les?".

¿Cómo no evocar esa singular pre­sencia entre los republicanos de hoy, vís­peras del centenario de su fallecimiento, y cuando sus tesis federalistas cobran actualidad en gran parte de la sociedad española?, escribimos nosotros.