SÁNCHEZ-ROMÁN, Felipe

(En Política, Nº 43. Marzo-mayo, 2001). Por Icíar Fernández Marrón

[Madrid, 1893-Ciudad de México, 1956]

La figura de Felipe Sánchez-Román es, antes de nada, la de uno de los protagonistas de nuestro período republicano. Tal vez difuminada por la magnitud y calidad política de los grandes líderes republicanos, su perfil refleja una línea de  republicanismo cuyo estudio resulta, a medida que se avanza en su análisis, rico en matices y contenidos. Para todo investigador resulta apasionante adentrarse en el universo intelectual y social de un protagonista cuya presencia política ha ido aumentando a la luz de los datos proporcionados por los archivos.

Felipe Sánchez-Román y Gallifa había nacido en Madrid el 12 de Marzo de 1893; su padre era el famoso Senador y Catedrático de Derecho Civil Felipe Sánchez Román. Heredero de esta vocación, que le acompañó toda su vida, se licenció en Derecho en Junio de 1913 y, tras ocupar algún cargo en la Dirección de Regis­tros, obtuvo la Cátedra de Derecho Civil español, Común y Foral de la Universidad Central en 1916. Junto con la abo­gacía, la actividad docente y la vinculación con el entorno universitario están presentes en toda su trayectoria, empe­zando por su pertenencia al Comité Ejecutivo de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria y culminando en el exilio de México, donde dedicó intensos esfuerzos a la estructuración de la Facultad de Derecho de la UNAM.

OPOSICIÓN A LA DICTADURA

Su actividad pública se inició antes de la llegada de la República; así, formó parte del grupo de catedráticos que abandonaron entre 1929 y 1930 sus cátedras como medida de oposición a la Dictadura de Primo de Rivera. De ahí, tras varios intentos fallidos de formar una asociación repu­blicana, pasó a estampar su firma en el manifiesto de la Agrupación al Servicio de la República. En Agosto de 1930, asistió, a título personal, a la firma del Pacto de San

Sebastián, acta de nacimiento de la Segunda República. Durante ese mismo año, llevó la defensa de Francisco Lar­go Caballero en el juicio que se siguió contra los miem­bros del clandestino Gobierno Provisional destinado a sus­tituir el régimen de la Monarquía.

En las elecciones de Junio de 1931, obtuvo su acta de diputado independiente por Madrid. En el bienio de las Constituyentes, ejerció una destacada actividad desde la tribuna del hemiciclo, tal como queda recogido en las Actas de Sesiones del Parlamento. Así, formó parte de la Comisión Jurídica Asesora encargada de redactar el Ante­proyecto de Constitución. También participó en los Ante­proyectos de la Ley Electoral, de la de Menores, de la Comisión de Responsabilidades y del mismo Estatuto de Cataluña, siendo especialmente relevante su papel en la Comisión para la Reforma Agraria, que presidió y para la que redactó un interesante proyecto de reforma.

Perteneció Sánchez-Román a ese grupo de hombres convencidos de la necesidad de republicanizar el país des­de la moderación y el equilibrio entre las diferentes fuer­zas políticas. Fue ésta la razón que le llevó a crear el Par­tido Nacional Republicano. El PNR nacía en Julio de 1934, concebido sobre todo como un programa de refor­mas destinadas al crecimiento de la nación, una constante en lodo su edificio ideológico. Aunque nunca muy nume­roso, sí fue tremendamente leal en la militancia. El PNR era un partido "moderado, parlamentario y pacífico", diri­gido a las clases medias. En su ideario se tocaban los más acuciantes problemas de la sociedad española: la Hacien­da, el paro, la crisis agraria, la moral ciudadana... Fue en este bienio cuando Sánchez-Román compiló lo nuclear de su pensamiento político, de su visión sobre la nación y de su conciencia sobre el progreso y la modernización.

CON AZAÑA Y PRIETO

Durante 1934 y 1935, tomó parte destacada en las reu­niones celebradas entre los principales líderes republicanos y socialistas -Azaña, Martínez Barrio, Prieto- con el fin de construir un bloque republicano que rediseñase la Repúbli­ca y constituyera una oposición sólida a la CEDA. En 1936, una vez consensuada esta posibilidad ante la inmi­nencia de las elecciones de Febrero, redactó gran parte del manifiesto del Frente Popular. Sin embargo, y debido fun­damentalmente a la

entrada de los comunistas en dicha coalición, se retiró de la misma y decidió abandonar la jefatura de su partido.

El estallido de la guerra civil y la urgencia de formar un Gobierno de conciliación hicieron de él un hipotético ministro sin cartera la misma noche del levantamiento. Se le encargó diseñar un plan de acercamiento en el que exi­gía, entre otras cosas, el alto el fuego por ambas partes, el desarme de las milicias y la formación de un Gobierno Nacional/Consejo Consultivo que diseñase un programa de reconstrucción.

En Abril de 1939 partió hacia México. La etapa del exilio mexicano resulta muy interesante, no sólo por ser un episodio esencial de la historia de la República, sino por­que, a título personal, fue muy fructífera para nuestro jurista. Así, fue Asesor Jurídico de la Presidencia de la República, interviniendo en temas tan sustanciales como la nacionalización de los recursos petrolíferos. Continuó su labor como civilista en un bufete de abogados y siguió con su actividad docente como profesor de Derecho Compara­do en la UNAM, donde fundó el Instituto de Ciencias Jurí­dicas -que sigue funcionando en el presente-. Falleció a causa de una enfermedad pulmonar en la capital mexicana, donde permanecen sus restos, en Enero de 1956.