BARGA, Corpus

(En Política, Nº 60. Enero-marzo, 2007). Por José Esteban

[Madrid, 1887-Lima, 1975]

Corpus Barga, cuyo verdadero nombre fue el de Andrés García de la Barga y Gómez de la Serna, nació en Madrid el 9 de junio de 1887. Por ser el día de la festividad del Corpus, lo eligió como primer nombre de su seudónimo, añadién­dole el segundo apellido de su primer compuesto. Resultó así, curiosamente, Corpus Barga.

Inolvidable periodista, su primer artículo apareció en El País, "la vieja gaceta zorrillista, donde los nietos de Dantón soñaban entre luces de bohemia y divanes desvencijados, con el advenimiento de la segunda república" (José Altabella). Desde aquella primera colaboración, La soberbia del mercu­rio, publicará cientos, miles de crónicas y artículos y decenas de ensayos en los periódicos y revistas culturales más presti­giosos del mundo hispánico.

Se inicia así como periodista muy joven en la prensa nacio­nal. Colabora en El Intransigente, y, más tarde en El Radical, desde marzo de 1910 hasta el 9 de abril dcl912. "Yo escribía en periódicos -recordará más tarde- como El País y en todos los periódicos de rebeldía que había entonces. Así empezábamos todos. Azorín me dijo un día que él había estado escribiendo un año entero en El País, sin cobrar, un artículo casi diario, y que son los mejores artículos que ha escrito, en los que ha escrito con más pasión".

En estos jóvenes años inicia su amistad con los hermanos Baroja, Valle-Inclán y Silverio Lanza, asistiendo a las tertulias del Café de Levante.

A mediados de 1910 viaja a París, ciudad en la que vivirá, si descontamos su estancia en Berlín en 1930 y Madrid, durante los años republicanos, hasta 1948. Las causas de este exilio voluntario son bastante complejas: "Soy, como tantos españoles, intelectuales y obreros desperdigados por Europa, un inadaptado a la vida españo­la, no porque lleve viviendo muchos años fuera, sino que estoy fuera desde mi juventud por haber disentido radicalmente de la vida en España. Y no únicamente del régimen político. De la vida, es decir de la sociedad en todas sus manifestaciones".

Allí se relaciona con Ciges Aparicio, con Manuel Machado, con Bonafoux, con el viejo republicano Nicolás Estévanez (a cuyo entierro y la incineración de su cadáver, en el famoso cementerio de Pére Lachaise, asistirá en 1914). Y también cono­ce a Pedro Luis de Gálvez, el impenitente bohemio.

Regresa a España en 1911 y reanuda sus colaboraciones periodís­ticas. Por estas fechas se siente ya verdaderamente republicano ("Republicano de toda la vida", se llamará más adelante), en unos momentos en que "una opinión republicana amplia y difusa se moría soñolienta y éramas raros y pasábamos, salvo para la policía, desapercibidos los republicanos declarados (...) Había que ser un joven sin porvenir o una persona muy poco seria para sentirse entonces republicano fuera de las organizaciones históricas y comprometidas y en contra de los cazadores furtivos". ("Política y literatura", Revista de Occidente, varios números de 1935). Coincide su crítica de este republicanismo bobalicón con lo expresado por otro gran periodista, Ciges Aparicio, en su libro Del periódico y de la política.

Durante sus muchos años en París se relaciona con artistas, escri­tores y políticos, tanto con los que residen en la ciudad como los que la visitan, convirtiéndose en el cicerone para españoles en París. Así, en 1916, es anfitrión de Valle-Inclán, enviado por el diario El Imparcial, a los frentes de guerra. Ix dedicará con esta ocasión tres memorables artículos. También de Batoja, de su sobrino Ramón Gómez de la Sema y del pintor Solana entre muchos otros.

Corresponsal de El Sol, abandonó este periódico a finales de marzo de 1931, al incorporarse a su consejo de Administración per­sonas vinculadas a la monarquía, a pesar de que Corpus había defen­dido siempre, a capa y espada, a este diario "cuya importancia his­tórica en el advenimiento de la República y en la transformación espiritual de España no la puede negar ya ni la ceguera espiritual de la pasión". ("Desmoralización de un partido", Luz, 12-V1Ü933).

Aparecieron entonces Crisol, y luego Luz. En ambas publica­ciones colaborará Corpus Barga, que, desde la llegada de la República se había instalado en Madrid, como director de la agen­cia de La Nación de Buenos Aires.

En enero de 1933, deja de colaborar en Luz, por desavenencias con su director Luis Bello. Corpus Barga defendía una prensa repu­blicana independiente de los partidos. Es entonces, el domingo 5 de febrero de 1933, cuando pronuncia una sonada conferencia, en el teatro Alcázar, con el título de "La República y la prensa".

Meses más tarde se producirá un cambio en la política periodís­tica de Urgoiti y Corpus vuelve a Luz como director. "Con permi­so del lector, a quien va mi primer saludo al encargarme de la dirección de Luz, quiero dejar aquí consignada mi gratitud a los queridos colegas que han acogido la noticia de mi nombramiento con palabras benévolas de amistad y compañerismo". En las pági­nas de Luz mantendrá un agria polémica con el socialista Zugazagoitia.

Luz desaparecerá el 7 de noviembre de 1934. Para sustituirlo aparecerá Diario de Madrid, de corta y azarosa vida. En sus pági­nas también aparece la firma de nuestro autor.

La República tuvo siempre en Corpus Barga un valedor de prime­ra categoría, siempre en vanguardia de un republicanismo indepen­diente, sin ocupar cargos de ninguna clase y nunca olvidó el entu­siasmo popular ante la España que surgió el 14 de abril de 1931.

En 1936, muestra su entusiasmo por el triunfo del Frente Popular y "al estallar la guerra civil, su pluma se convirtió en láti­go restallante, haciendo de su colaboración periodística barricada y fortín, parapeto y milicia". (José Altabella).

Acompañó a Machado en el doloroso camino del exilio.

Perdida la guerra se instala en París, y en 1948 se traslada a Perú. En Lima fue director de la escuela de Periodismo en la Universidad de San Marcos. Y allí murió, el 8 de agosto de 1975. Desaparecía así uno de los más grandes periodistas que ha dado España y un relevante escritor.

Corpus Barga fue toda su vida un rebelde por la causa de la libertad y a ella se entregó en todo momento. Amó siempre el tra­bajo bien hecho, pero también siempre ponderó su conducta ética sobre los valores estéticos. Sólo unos meses antes de morir, el 12 de junio de 1975, escribía a Manuel Aznar, compañero de juven­tud: "1.a verdad es que llevó mucho tiempo fuera de España y tengo ganas de volver. Todo lo que me lleve a España sin compro­miso lo acepto". Aquel gran transterrado ponía una sola condición para volver: sin compromisos. Llevaba a rajatabla, ya en las cer­canías de la tumba, y con la nostalgia de la patria lacerándole los recuerdos, todo un sentimiento numantino de no aceptar ni obe­diencias previas ni sombra de capitulación alguna. Y así moriría en Lima anhelando porque la libertad y la democracia tuvieran una nueva alba en la vida española.