BURGOS, Carmen de (Colombine)

(En Política, Nº 40. Julio-agosto, 2000). Por José Esteban

[Almería, 1867-Madrid, 1932]

Fue Carmen de Burgos una de las primeras mujeres españolas que defendió el papel femenino en la vida social y en la literatura. Profesora de la Escuela Normal del Magisterio de Madrid, a donde llega desde Almería, con una niña pequeña; amiga de Blasco Ibáñez, con él comparte afinidades políticas, y de todos los progresistas de la época, dedicó sus esfuerzos y trabajos a luchar a brazo partido contra todo los institucionalizado.

La escritora, que firmaba sus trabajos con el seudónimo de Colombine, comenzó muy pronto a distinguirse por el radicalismo de sus planteamientos. Ya en 1904, y en las páginas del Diario Universal realizó la primera encuesta entre nosotros sobre el Divorcio, que tuvo resonancia nacional y al que contestaron desde políticos hasta los más importantes escritores como Unamuno y Azorín.

Desde las páginas de la prensa nacional, sobre todo desde El Heraldo y Nuevo Mundo,vivió y participó del resurgir intelectual de aquella España, pero también la crisis del cuerpo social, que tuvo lugar desde 1915 a 1923. Fue la primera mujer corresponsal de guerra, que cubrió la tragedia de Marruecos y sus artículos y sus conferencias conmovieron los cimientos del tranquilo mundo femenino español. Dedicó sus esfuerzos al levantamiento moral de la mujer y dos de sus conferencias dieron la vuelta a España, La misión social de la mujer, de 1911, y sobre todo, La mujer en España.

Fiel siempre a sus tareas pedagógicas mantuvo en la prensa una sección sobre Lecturas para la mujer , y escribió de belleza, de cocina, de cómo debía redactarse una carta, de labores, siempre buscando la reivindicación del papel de la mujer en la sociedad. Asimismo prodigó sus charlas en pro de la República en el Centro Republicano del distrito de Universidad, en la calle de San Bernardo, con su moño, sus abundantes carnes y su entusiasmo siempre contagioso.

Dotada de un estilo diáfano y educativo, impregnado de naturalidad y modernismo, publicó novelas sin cuento en las colecciones populares de aquellos años, tanto en El Cuento semanal como en La novela de hoy. Investigadora incansable, le debemos una modélica biografía de Larra, en la que aportó datos desconocidos y valiosos para la comprensión de la vida y obra del genial suicida. Asimismo, dedicó sus esfuerzos al general Riego del que también nos dejó inolvidables páginas. Tradujo incansablemente a Nerval, Ruskin, Renán, Max Nordeau y tantos otros y como novelista baste recordar Los inadaptados, El anhelo, El abogado y El artículo 438, que dejan constancia de su espíritu polemista en persecución de hechos delictivos que denunciaba con valentía sin igual, lo que le llevó a soportar una ristra de procesamientos y persecuciones. Puñal de claveles, aparecida en La Novela de Hoy, el 13 de noviembre de 1931, novela un crimen acaecido en sus tierras almerienses. Crimen con todos los alicientes melodramáticos y pintorescos que se quieran: una novia, en el mismo día de su boda, se escapa con un primo, abandonando al novio. Un hermano de este persigue a los amantes y mata al raptor. El crimen tuvo gran repercusión a nivel nacional. Pero al interés de esta historia se suma que el propio Lorca, dos años después, vuelve sobre el mismo tema en su tragedia Bodas de sangre

Aparecida esta novela al final de su vida, Puñales de sangre, (¡qué título tan lorquiano!), reafirma los principios feministas propios de la autora: la necesidad de encontrar una salida auténtica, lejos de tanto falso prejuicio, a la mujer española. Problemas planteados con todo realismo en su otra novela, también de 1931, Quiero vivir mi vida, prologada por el doctor Marañón.

Vistas hoy, Puñal de claveles y Bodas de sangre, representan dos modos distintos de entender la literatura, como miembros de dos muy distintas generaciones. La de Carmen de Burgos, luchando por la regeneración del país, intentando acercarlo a la burguesa Europa. La de Lorca, despectiva de todo lo que huela a burguesía y enemiga del racionalismo cartesiano.

Compañera sentimental de Ramón Gómez de la Serna durante muchos años, concitó los odios de los conservadores, que criticaban su desparpajo y sus pretensiones de igualdad con los hombres. Mujer libre, desafió a la sociedad, con su conducta de espaldas a los convencionalismo imperantes. Pero llevó siempre una vida sencilla, defendiendo las más justas causas y viajó por Europa y América, aportando sus mensajes de igualdad.

Antimonárquica apasionada, luchó por la República, defendiendo ardientemente el voto para la mujer, junto con Clara Campoamor y otras denodadas defensoras de los más elementales derechos de la mujer. Perteneció al Partido Radical Socialista y fue una de las dirigentes de la Unión Republicana Femenina así como de la Asociación Cruzada de las mujeres españolas.

Lamentablemente, Carmen de Burgos murió joven, en 1931, cuando se vivían los momentos más exaltados del fulgor republicano. Se sintió enferma dando una conferencia y ya no logró reponerse. Pero sus últimas palabras fueron para la República: "Muero contenta porque muero republicana. ¡Viva la República! Y les ruego a ustedes que digan conmigo ¡Viva la República!".

A pesar de su sencillez lejos de todo fasto político y literario, su entierro fue muy concurrido y sentido y sus restos descansan en el cementerio civil de Madrid, en compañía de tantos de sus correligionarios.

Escritora de muchas y variadas obras, de muchos y variados temas, su sencilla forma de narrar encierra siempre una reflexión y un análisis que pretenden explicar el origen y las consecuencias de los hechos que expone.

Como tantos otros escritores de su tiempo, su obra literaria y su obra social han caído en el olvido. Ambas dignas, créanme, de mejor suerte.