PÉREZ MANTECA, Bernardo

Por Eduardo Martín González

[Zamora, 1885-1936]

Bernardo Pérez Manteca nació en Zamora en 1885, hijo de Raimundo Pérez y Josefa Manteca. Educado en un ambiente familiar religioso (un hermano de su madre era sacerdote), estudió en el Seminario, aunque no llegó a ordenarse. Casado con Aurora Sánchez Ros, natural de Venialbo, tuvieron tres hijos, Arquímedes (nacido en 1910), Arístides (nacido en 1913), y Covadonga (nacida en 1916), que siguieron también la carrera de magisterio. A lo largo de su juventud ejerció la profesión docente en varios destinos, tanto fuera de la provincia -en Asturias y en La Encina de San Silvestre (Salamanca)- como dentro de ella, en Guarrate y en Valdescorriel.

En agosto de 1930 obtuvo destino en Fuentesaúco, donde fue uno de los fundadores del Partido Republicano Radical Socialista, el 26 de febrero de 1932, y en agosto del mismo año fue elegido secretario de la agrupación local, presidida por el médico Arturo García Domínguez. Tras la disolución de este partido en 1933, pasó a Izquierda Republicana junto a la mayor parte de sus compañeros de agrupación.

En 1932 obtuvo el ascenso de categoría, que conllevaba un sueldo de 4.000 pesetas anuales. En 1933 era secretario de la Asociación Provincial del Magisterio Nacional, fundada en 1922, declaradamente apolítica, presidida por Ramón Zapatero y vinculada a la mayoritaria Asociación Nacional del Magisterio Primario. Esta asociación encuadraba en 1932 a 319 maestros, un tercio del total provincial, publicaba la revista El Magisterio Zamorano, y en sus filas convivían maestros de todas las tendencias políticas, desde los socialistas, comunistas o republicanos progresistas que entre 1934 y 1936 tratarían de constituir la FETE en Zamora, hasta los conservadores que en 1937 formarían la Asociación Católica del Magisterio.

Su prestigio profesional y su militancia política le otorgaron la confianza de las autoridades educativas republicanas, lo que le permitió impartir cursillos de formación y formar parte de tribunales de oposiciones para el acceso al grado profesional. Esta confianza sería sin duda un factor que debió situarlo como objetivo de los golpistas, especialmente porque Galarza, como correligionario en el primer bienio republicano, promovió ante el ministro Llopis su candidatura a la dirección de la Escuela Graduada de niños, y porque el propio Bernardo mantuvo correspondencia en 1933 con el líder del republicanismo progresista zamorano para solicitarle y ayuda económica para la Asociación del Magisterio y cursillos de perfeccionamiento para maestros de escuelas nacionales, como los que la Asociación organizó en Fuentesaúco en marzo de ese año.

Tras la victoria del Frente Popular en las elecciones generales de febrero de 1936, una gestora municipal presidida por el socialista Román Arganda Sisón sustituyó, el 28 de marzo, a la corporación “republicana conservadora” elegida en 1931. Bernardo Pérez Manteca se integró en la gestora como vocal en representación de Izquierda Republicana, con el cargo de síndico, y fue nombrado representante del Ayuntamiento en el Consejo Local de Primera Enseñanza, en sustitución de Santiago de Dios Corral. Durante los cuatro meses que ejerció como concejal, desarrolló una intensa actividad, promoviendo mejoras de material e instalaciones de las escuelas, pero también intervino en ámbitos no educativos, impulsando medidas como una rebaja del precio del pan, que generó inevitablemente un conflicto con los panaderos de la localidad. También promovió la adopción de acuerdos contra los abusos de la empresa suministradora de energía eléctrica y sostuvo “uno de los enfrentamientos más duros que se han dado en la sala de sesiones del Consistorio saucano” -según Samaniego y Murillo-, con el director de la banda de música, Constantino Morales.

En el momento de producirse el golpe de estado, Bernardo estaba participando en un tribunal de oposiciones reunido en Zamora, para el que había sido nombrado el mes anterior (en una resolución que sustituía a varios vocales que habían sido recusados), y sus dos hijos varones, que tenían destino como maestros en Asturias, y al parecer estaban afiliados a FETE-UGT, se encontraban de vacaciones en Fuentesaúco, donde eran bien conocidos, no en vano Arquímedes había sido miembro fundador, en febrero de 1931, de la Gran Peña del Casino, de la que también formaba parte Arístides.

No cabe la menor duda de que la actuación de Bernardo como concejal le había proporcionado enemistades entre los partidarios locales del golpe, lo que, unido a su carácter fuerte y poco diplomático y a no contar con vínculos de parentesco en la localidad, hacía su posición extremadamente vulnerable. Por otra parte, y a diferencia de otras poblaciones de la comarca, Fuentesaúco había registrado escasa conflictividad social durante los años precedentes, lo que pudo inducir a los partidarios locales del golpe a orientar la represión no hacia el exterminio de los representantes de organizaciones obreras –como en la vecina Fuentelapeña- sino con un planteamiento ejemplarizante, a costa de un chivo expiatorio que pudiera personificar las políticas republicanas en materia tan sensible como la educación. Esto explicaría que en una localidad tan importante como Fuentesaúco las víctimas de la represión física se limitaran a Bernardo y sus hijos (sin contar a otros tres naturales de la localidad pero residentes en Zamora y Aspariegos, que fueron detenidos en sus localidades de residencia y asesinados).

El 24 de julio, la gestora municipal de la que Bernardo formaba parte fue depuesta y sustituida por otra, presidida por el médico y propietario Andrés Osorio Samaniego y de la que también formaban parte Juan Espinoso Avilés, Andrés Morante Rodríguez, José Aparicio Marcos y Antonio Fernández Lorenzo. Entre las primeras medidas de la nueva gestora estuvieron la sustitución de Bernardo Pérez Manteca por Andrés Morante como representante municipal en el consejo escolar y la separación de niños y niñas en el recreo escolar (no olvidemos que la coeducación era una obsesión no sólo de la derecha católica sino también de la Falange, cuyo líder nacional la denominaba “escuela emparejada”). El 28 de julio, Bernardo y sus hijos fueron detenidos por falangistas, al parecer procedentes de Alaejos (Valladolid). Uno de los testimonios recogidos por María Antonia Iglesias ha dejado una visión de ese momento que sólo podemos atribuir a la deformación del recuerdo, embellecido por el paso del tiempo y por el deseo de paliar la mala conciencia individual o colectiva:
“Mucha gente del pueblo, cuando supo que se lo iban a llevar, porque se corrió la voz, empezó a protestar para que no se lo llevaran, porque todo el mundo lo quería como maestro. (…) Oí decir que se lo habían llevado porque había quitado el crucifijo, alguna excusa había que poner… Pero eran los únicos que no eran del pueblo y a los únicos que mataron”.

Tras extorsionar a la familia y obtener de ellos la entrega de 5.000 pesetas, sus captores los pusieron brevemente en libertad en Villamayor de Campos, donde residía la hermana de Bernardo, pero el mismo día el padre y los dos hijos fueron nuevamente detenidos, esta vez por la guardia civil. Durante las gestiones para interceder por su padre y sus hermanos, Covadonga fue detenida el 4 de agosto y permaneció en la cárcel provincial hasta el 24 del mismo mes. A la misma prisión fueron trasladados Bernardo y Arquímedes, mientras Arístides fue conducido a la cárcel de Toro.

Contradiciendo las afirmaciones de María Antonia Iglesias y sus informantes sobre un maestro querido por todos en el pueblo, las autoridades locales se anticiparon a los órganos superiores para iniciar la acción depuradora, y el Consejo Local de Primera Enseñanza de Fuentesaúco, formado por Primo H. Espinoso, E. Sisón, Gregorio Ganado, Juliana Boyano Iglesias y Juliana Gavilán, se reunió el 12 de agosto para comunicar a la Inspección que “sería imprescindible que el Sr. Pérez Manteca no vuelva a encargarse de la enseñanza, de un modo absoluto en España (...) pues sabe se le comunicó por padres de familia lo indeseable que siempre fue en esta localidad, por su manera de ejercer la profesión, inculcando en los niños teorías marxistas y comunistas”.

El 27 de agosto de 1936, el Boletín de la provincia y el resto de la prensa diaria publicaron la relación de maestros de la provincia destituidos por el gobernador civil, en la que se incluía a Bernardo Pérez Manteca, ya fallecido: diez días antes, Bernardo y otros cuatro detenidos habían sido sacados de la cárcel provincial con el pretexto de su traslado a la cárcel de Bermillo, para ser “encontrados muertos” en el cementerio de San Atilano la madrugada del 17 al 18 de agosto, y el día 20, Arquímedes había corrido la misma suerte, junto a otros doce detenidos, entre los que estaba el maestro de Peleas de Arriba, Josué Fuentes. Arístides, por su parte, fue sacado de la cárcel de Toro el 13 de septiembre, junto con otros nueve detenidos, por fuerzas de Falange, y todos ellos fueron asesinados en el cementerio de la misma localidad.

Proceso de depuración y vicisitudes posteriores
Tras su asesinato, Bernardo fue sometido a un procedimiento de depuración que se instruyó en los primeros meses de 1937. El primer alcalde franquista informó que su conducta profesional era “Anti-Cristiana y contraria a la Religión Católica”, que su conducta social era “de ideas izquierdistas y de actuación personal disolvente”, que su conducta particular era “tan deplorable que se grangeó (sic) la enemistad general del vecindario” y que “estaba en íntima relación con el socorro rojo internacional” (las mayúsculas y minúsculas son suyas). El padre de familia Manuel Gutiérrez Prieto se limitaba a declarar que “este Sr. de temperamento muy exaltado fue fusilado supongo que por su actuación izquierdista”. El párroco José Fidalgo Rodrigo admitía sus cualidades pedagógicas pero desvirtuaba su conducta profesional al señalar que “como hombre funesto que era mezclaba las ideas políticas que profesaba, con la explicación de las asignaturas, y venía a resultar que su enseñanza era perniciosa”, lo acusaba de dar “conferencias extremistas y fomentando todo tipo de pasiones”, y de su comportamiento en la escuela informaba que “lo mismo en el orden moral que religioso observó mala conducta, llegando, según dicen los niños de su escuela a tirar el Santo Crucifijo, sin recatarse en hablar mal de la religión y traer a la Biblioteca Escolar libros obscenos e inmorales” (es una lástima que María Antonia Iglesias, cuando tuvo ocasión de entrevistar al padre Benjamín Martín, que también ejerció en esta parroquia y que presumía de haber conocido a Bernardo Pérez Manteca, no le preguntara por el informe de este predecesor suyo en lugar de plantearle un estéril debate sobre la actuación general de la Iglesia católica en la dictadura franquista).
Finalmente, la Comisión Depuradora del Magisterio de la Provincia enjuició su actuación en la gestora municipal, “actuando de manera absorbente (sic) en todas las decisiones”, y en el pliego de cargos, además de dar por probadas –como de costumbre- todas las acusaciones formuladas por los informantes, añadió la de pertenecer a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, y a falta de un descargo que el expedientado no pudo presentar porque “falleció, víctima de sus excesos políticos”, acordó por unanimidad el 12 de junio de 1937 proponer a la Comisión de Cultura y Enseñanza su separación definitiva del servicio. La resolución acorde con esta propuesta fue publicada el 22 de enero de 1940.
Su hija Covadonga Pérez Sánchez, que había finalizado en 1936 los estudios de bachillerato, tuvo que ponerse a trabajar –primero en Radio Zamora, después en el hotel Condestable de Burgos- para mantener al resto de la familia, al mismo tiempo que continuaba con sus estudios, y ejerció la docencia como interina durante años (en Álava y Zamora) hasta que en 1952 obtuvo plaza en oposición. Ya como funcionaria con destino en propiedad ejerció en las provincias de Palencia y Zamora y, desde 1963, en Madrid, donde dirigió un centro hasta su jubilación en 1983. En un tardío reconocimiento que se puede interpretar como extensivo a Bernardo y a sus hijos varones (no en vano, entre los condecorados de ese día estuvo también el hijo de Manuel Antón), Covadonga recibió, el 5 de diciembre de 2008, la medalla de Oro del Mérito en el Trabajo.