REMIS, Antonio

(En Política, Nº 50. Enero-febrero, 2003). Por Isabelo Herreros

[Madrid, 1900-1989]

Conocí a Antonio Remis en París en el Otoño de 1975, cuando todos los antifranquistas nos afanábamos en evitar el último crimen del sanguinario dictador y en la Mutualité, y en las calles inmensas manifestaciones congregaban a los demócratas franceses y a españoles de todos los grupos de la oposición. Se percibía en el ambiente la traición a la República de los que ya habían pactado con los albaceas del franquismo y eran precisamente los veteranos republicanos quienes con más lucidez veían lo que iba a ocurrir. Sin embargo no por ello dejaban de estar en primera línea en todas las actividades de protesta contra las últimas atrocidades de quienes aún tiranizaban al pueblo español.

Antonio Remis era un republicano de acción, muy en contacto con las nuevas generaciones de refugiados españoles que habían llegado a París. Parecía sacado de una novela de Pérez Galdós, por la familiaridad con que hablaba de la política del siglo XIX; y su historia personal bien daría para un guión de película sobre los años más duros del franquismo. Remis era asturiano de origen y madrileño de vocación, solterón castizo y del cuerpo de oficiales de Correos, de los que habían proclamado la República desde ese Palacio de Comunicaciones de la Plaza de la Cibeles que ahora amenazan con convertir en despacho del futuro alcalde o en sede de cualquier empresa pública, tras privatizar del todo Correos.

Antonio Remis fue militante del Partido Republicano Radical Socialista y admirador de Álvaro de Albornoz y Marcelino Domingo. Tras la fusión fue dirigente de Izquierda Republicana de Madrid y Secretario Provincial durante los años de la guerra, también fue Gobernador Civil de Córdoba. Rehusó marchar al exilio, tras la derrota de la República, y como la mayoría de los afiliados de nuestro partido fue condenado a la última pena, tras sufrir torturas y durísima prisión. Tras serle conmutada la pena de muerte y salir de prisión se incorporó inmediatamente a la lucha clandestina contra la dictadura; sería detenido de nuevo y juzgado en uno de los procesos que se siguieron a la dirección de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas. La permanencia en prisión no le evitó ser conducido de vez en cuando a la Dirección General de Seguridad, donde el siniestro comisario Conesa torturaba a los republicanos. Remis consiguió escapar, tras despertar en un despacho vacío, tras una noche de brutales palizas, y, gracias a la ayuda de correligionarios pudo salir de España. Era el año 1947 y a su llegada a París le fueron encomendados trabajos de IR relacionados con la prensa. Poco después sería nombrado director de Política y aunque durante muchos años no lo fue nominalmente, lo cierto es que era el alma de la publicación, la redacción y domicilio social estaba en los últimos años en su modesto apartamento de la rue Visconti. La publicación, con formato de periódico, salía cuando la maltrecha economía de los republicanos lo permitía. Remis abrió las páginas de Política a todos los grupos que compartían la alternativa republicana al franquismo y su entusiasmo no flaqueaba nunca.

Antonio Remis, con quien me unía amistad y afinidad política, no consiguió entender las traiciones y pactos de la transición y es por ello que sólo viajó esporádicamente a España tras la muerte del dictador, a pesar de la nostalgia que sentía por Madrid, cuyas calles del casco antiguo conocía como pocos. Lo seguí visitando hasta que a finales de los 80, aquejado del mal de Alzheimer, falleció en París. Tan singular personaje, tan vinculado a la historia de Política, bien se merece esta semblanza al alcanzarse los 50 números esta tercera época.