SALAZAR CHAPELA, Esteban

(En Política, Nº 55. Enero-febrero, 2005). Por José Esteban

[Málaga, 1900-Londres, 1965]

Hijo de la pequeña burguesía, Esteban Salazar Chapela cursó estudios de Magisterio en la escuela Normal de Maestros de Málaga, donde ingresó en 1917. Como casi todos los miembros de su generación realizó su servicio militar en África, en 1922, poco después del desastre de Annual. En 1923, aparecieron sus primeras prosas, en la revista malagueña Ambos -fundada por sus amigos José María Souvirón, José María Hinojosa y Manuel Altolaguirre-, y dos años más tarde, el también malagueño Rafael Giménez Siles daba a conocer dos sonetos, en los que nuestro autor se mostraba más bien heredero del modernismo que participante de las vanguardias, entonces tan de moda.

Instalado en Madrid, trabajó junto a Giménez Siles y José Antonio Balbontín en el lanzamiento de la segunda etapa de El Estudiante. Poco tiempo después su firma aparecía en las páginas de la prestigiosa Revista de Occidente. Es en su tertulia donde intima con Francisco Ayala y Antonio Espina. Con ambos colaborará en la recién nacida- Gaceta Literaria, en 1927.

Ese mismo año empezaría sus colaboraciones en El Sol, donde reseña las novedades del momento. En 1929, fue contratado por la CIAP (Compañía Ibero Americana de Publicaciones), para realizar trabajos editoriales.

Al proclamarse la segunda República, Salazar Chapela acogió con esperanza lo que consideraba un nuevo resurgir de España, un renacimiento iniciado en el ámbito político, pero que esperaba lo fuera también en el literario. De ahí su inolvidable artículo "A buena política, mejor literatura". "Fui siempre republicano -confesó a Guillrmo de Torre en 1931-. Sobre todo, ahora, con el advenimiento de Azaña, que marca una franca política seria de izquierda, tajante y constructiva a la vez".

En 1933, contrajo matrimonio con la inglesa Elizabeth Rainnie Middlenton, lo que le ligó para el resto de su vida al Reino Unido, donde le llevaría su largo exilio.

Fiel a sus convicciones liberales, condenó la regresión social y política que se vivió en España durante el llamado "bienio negro" y se afilió a Izquierda Republicana.

A partir del 18 de julio de 1936, sus artículos versaron siempre sobre la guerra civil, defendiendo la legalidad republicana y denunciando la crueldad y saña de los sublevados. Permaneció hasta el 9 de enero de 1937, en el Madrid sitiado y bombardeado sin piedad, en que se trasladó a Valencia. Trabajó allí con Arturo Soria, en el Servicio Español de Información, como se relata en las páginas de su novela En aquella Valencia. Sus desavenencias con los comunistas, le llevaron a solicitar un destino en el extranjero y fue entonces cuando Álvarez del Vayo – a quien conocía de las redacciones y tertulias madrileñas-, lo nombró secretario de primera en el consulado español de Glasgow.

El 8 de junio de 1937, Salazar Chapela tomó posesión de su cargo en esa legación, donde permanecería hasta febrero de 1939. Desde el consulado gestionó el envío a España de donativos, suscripciones y otras ayudas humanitarias recaudadas por el Aid Spain Movement. En febrero de 1939, ante el inminente reconocimiento de Franco por el gobierno británico, Salazar Chalepa abandonó la Glasgow. Sentía pena y rabia por la victoria fascista.

Decidió entonces quedarse en Londres. Sabía ya que el exilio iba a ser largo y que tardaría tiempo en reencontrarse con sus compañeros dispersos ya por la amplia geografía del mundo.

Convertido en "huésped de las nieblas" -como se definió en recuerdo de un conocido verso de Bécquer- el sol se convertiría para él, a partir de entonces, en "la más grande nostalgia física" de su largo exilio.

A partir de 1941, obtuvo una colaboración para BBC, a la vez que unas clases en Cambridge.

De nuevo en Londres, trabajó a tiempo completo en la creación del Instituto Español, última empresa republicana en Gran Bretaña, con la que se pensaba contribuir a la caída del fascismo y al restablecimiento de las libertades en España. El centro fue fundado oficialmente el 20 de enero de 1944 y subsistió hasta 1950 en que tuvo que cerrar por falta de medios. Por entonces, las esperanzas de devolver la República a España se habían desvanecido y Salazar Chapela inicia una nueva vida como escritor independiente.

Inicia así sus "Cartas de Londres", que aparecen en diversos periódicos hispanoamericanos, apoyado por sus amigos del exilio. En España sus trabajos aparecieron en la revista Ínsula, bajo el seudónimo de Antonio Mejía Enfermo de nostalgia decidió visitar España, "cayese quien cayese". Era en el verano de 1961, y visitó Madrid y a sus pocos amigos. Habían transcurrido 24 años de ausencia. Sin embargo la visita le decepcionó profundamente. "A Don Quijote - por lo que yo he visto- lo han fusilado y sólo queda en el país Sancho Panza", escribió a Cipriano Rivas Cherif. "Es mejor estar exiliado en México o en Londres -confesó a Max Aub- que estar enterrado en Madrid".

Murió el 19 de febrero de 1965. En los días siguientes se publicaron algunas necrológicas, y Max Aub le despidió emotivamente en la revista Ínsula, definiéndole "como un andaluz que nunca perdió sus consonantes", y "hombre descabelladamente apasionado por lo español por los adentros".

Deja una significativa y emotiva obra literaria (Pero sin hijos, 1931, Perico en Londres, 1947, Desnudo en Picadilly, 1959; Después de la bomba, 1966), que está esperando su reedición. Recientemente, la "Biblioteca del Exilio" ha recuperado su novela En aquella Valencia, 2001.

Fue siempre un republicano convencido y luchador y el presidente Azaña le distinguió con su amistad. En sus obras completas aparecen dos cartas dirigidas al escritor en las que le llama "mi querido amigo".