Ochenta y nueve años después de ser asesinados por una centuria falangista canaria a la entrada de Mesegar de Tajo, ambos represaliados vuelven a la memoria de su pueblo y los restos exhumados descansarán en el cementerio municipal.

TOLEDO.- Cincuenta años después del final de la dictadura franquista, casi noventa desde que se cometieron los asesinatos, y aún son decenas de miles los represaliados que siguen desaparecidos, enterrados en fosas comunes y en cunetas. Víctimas de la represión para las que se continúa buscando justicia y reparación.
Esto es lo que se persigue para Agustín Felipe Labrado Bolonio y Timoteo Higuera Ocaña, asesinados el 16 de octubre de 1936 en la localidad toledana de Mesegar de Tajo por una centuria de falangistas procedente de Las Palmas.
Sus asesinos habían llegado unas semanas antes en barco a Vigo acompañando a ‘los diez del Dómine’ -un grupo de destacados dirigentes republicanos de Canarias- a los que habían decidido ejecutar en la península en su marcha para incorporarse a las fuerzas rebeldes que luchaban contra el Gobierno legítimo de la Segunda República española. Tras su desembarco en tierras gallegas, continuaron el viaje en tren hacia Talavera, en cuyo entorno arrojaron en el Tajo a los diez republicanos canarios.
Unos días después, se cruzaban en el camino de estos dos vecinos de Mesegar de Tajo, de 30 y 17 años, que tras ser detenidos fueron ejecutados a las afueras del pueblo, donde sus cuerpos permanecieron expuestos varios días, hasta que fueron enterrados en esta fosa.
El encargado de enterrarles fue Eusebio Rojas, un vecino de Erustes -donde tres semanas antes habían sido ejecutados por los mismos falangistas otros cuatro vecinos de Mesegar de Tajo, integrantes del Comité de Defensa del propio municipio-, en una cuneta, terrenos que hoy forman parte de una finca particular, propiedad de su hijo, y en los que ahora se han recuperado los restos de Agustín Felipe y Timoteo, cuyos asesinatos no fueron casuales.
Así se desprende de la investigación llevada a cabo por Francisco Javier González Tornero, estudiante onubense de Geografía e Historia, cuyos lazos familiares con Mesegar de Toledo le llevaron a dar, casi por casualidad, con la existencia de esta fosa, no documentada hasta la fecha.
Según explica el investigador a PeriódicoCLM, fue una entrevista con un vecino mayor del pueblo, Ginés Pavón, en la que este le comentó que había dos personas enterradas a la entrada del pueblo, una historia que le había llegado por referencias, puesto que él era apenas un recién nacido cuando se cometieron las ejecuciones.
Sin nombres ni fechas concretas, tampoco ubicación exacta para la fosa, se ponía en marcha la investigación – “lo primero era saber quiénes eran, qué había sido de ellos y tratar de contactar con las familias”, nos explica González-. Una tarea complicada desde el inicio, puesto que en Mesegar de Tajo “no hay padrones anteriores a 1940”, aunque los recuerdos de los vecinos permitieron seguir tirando del hilo.

En el caso de Agustín Felipe fue algo más sencillo, tras dar en el registro con su partida de defunción, en la que se indica que fue asesinado el 16 de octubre de 1936, tras ser detenido en su domicilio; dejaba mujer y dos hijos.
Víctima de la represión, a buen seguro por la actividad política de su padre, puesto que él no se le conocía afiliación alguna. Su progenitor, militante de izquierdas, había sido juez municipal y nombrado teniente de alcalde tras las elecciones de 1936 en su pueblo natal, Carriches (Toledo), y era miembro del Comité de Defensa de Mesegar. Desde allí, por motivos de edad, fue evacuado a Valencia dos meses después del inicio de la guerra, coincidiendo con la ocupación del pueblo, y al terminar la contienda fue detenido y enviado a prisión, donde murió sin llegar a ser juzgado.
Pero el asesinato de Agustín terminaría también con su esposa, quien veinte años después, con los hijos ya criados, terminó suicidándose tras haber vivido junto a la fosa en la que yacía su esposo y aguantar el señalamiento del pueblo.
Conocer la identidad del otro represaliado fue algo más difícil llegar. La pista se la daba el testimonio de un vecino, que indicó el apodo por el que era conocido su padre. De ahí consiguió llegar -preguntando y preguntando- a dar con el apellido familiar y una vez hecho el árbol genealógico, por descarte entre sus vástagos, se puso nombre a la otra víctima: Timoteo, de 17 años.
“Tan solo un niño, teniendo en cuenta que la mayoría de edad en la República era a los 21”, explica González Tornero. Timoteo era hijo del vicepresidente del Comité de Mesegar y afiliado del Partido Socialista, Cristino Higuera, quien a la llegada de las tropas sublevadas, huyó de la localidad. No así su hijo, que fue víctima de la violencia vicaria: “Le mataron por no poder matar al padre”, explica González Tornero.
Dos asesinatos para los que fue preciso un señalamiento por parte del elemento civil derechista de Mesegar, “conocedor de las identidades y actividades de los vecinos del pueblo”, así como el “brazo ejecutor de la centuria falangista” llegada de Las Palmas.
Crímenes que fueron quedando poco a poco atrás en la memoria colectiva. Si bien en los años 70 las familias de los cuatro vecinos de Mesegar de Tajo asesinados en Erustes trasladaron sus restos al pueblo, los de Agustín Felipe y Timoteo quedaron ‘olvidados’ en la fosa, hasta este verano.
Y es que, tras completar la investigación en octubre de 2022, conseguir contactar con familiares de Agustín Felipe -con la familia de Timoteo no ha sido posible aún-, se trasladaba la investigación a la Comisión de Memoria Histórica de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, encomendándose a la Asociación Manuel Azaña el proyecto para llevar a cabo la exhumación.
Una actuación que cuenta con financiación del Plan Cuatrienal de Exhumaciones, tal y como destacaba en las redes sociales el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, congratulándose por estos trabajos que “han dado resultado”. Se refería así a la aparición de los primeros restos óseos en esta fosa de Mesegar de Tajo, al tiempo que manifestaba el compromiso del Ejecutivo central de seguir trabajando “por la verdad, la justicia y la reparación”.
Un albañil de 90 años dio la ubicación exacta
Trabajos que, sin embargo, llevaban en marcha varias semanas. Y es que si inicialmente la excavación arrancaba en una huerta de higueras, donde se creía que podían estar enterrados, la casualidad quiso que llegaran a conocer que los restos habían sido encontrados entre los años 70 y 80, cuando se levantaba el muro de cerramiento de una finca particular, propiedad del hijo de quien enterró a los dos represaliados.
De este modo, gracias también a la colaboración del Ayuntamiento de Mesegar de Tajo, cuyo alcalde, José Luis Arrogante, fue en persona a recogerlo, se pudo llevar hasta la zona a uno de los albañiles que llevó a cabo aquellos trabajos, quien ya cumplidos los 90 años no ha podido aún olvidar lo que supuso encontrar aquellos restos, y pudo indicar la ubicación exacta en la que habían sido depositados.
Así, tras ampliar el anexo del proyecto e incluir la finca en cuyo interior se encontraban los restos, se retomaba la excavación en el sitio correcto, dando así los primeros resultados con la aparición de los restos.
De ello daba cuenta este lunes la Asociación Manuel Azaña a través de las redes sociales, explicando que habían sido localizados dos depósitos óseos en dos zonas diferentes de la zanja perimetral; un día después, se confirmaba la más restos óseos.

Se quedarán en el pueblo
Trabajos de exhumación que tras completarse, dan paso al estudio forense y a la realización de las pruebas de ADN para identificar los restos hallados y poder así devolverlos a las familias.
“La idea de la familia es dejar los restos en un nicho que se habilitará en el cementerio municipal, donde se colocará una placa en su memoria”, explica González Tornero.
Un paso, para el que aún queda algo de tiempo, con el que se pondrá fin a un largo proceso, iniciado “hace casi 90 años con un asesinato a la entrada del pueblo, a modo de advertencia”. Y es que, recuerda, la ocupación de Mesegar de Tajo y toda esa zona por parte de los falangistas canarios -que comenzaba el 24 de septiembre de 1936 y se extendió hasta meses después- fue acompañada de una represión sangrienta.
La intención, explica el autor de la investigación, ha sido “no dejarlos allí y que el pueblo sea un poquito más decente”, devolviendo la dignidad a dos de sus vecinos asesinados por defender la libertad y la legalidad de la II República.
Una reparación necesaria, ante la que González Tornero no dudó en buscar nada más conocer la existencia de esta fosa, al haberlo vivido ya desde el otro lado hace unos años, al conseguir la exhumación de los restos de su bisabuelo, también represaliado.
Artículo original: M. Olmedo y S. Jiménez https://periodicoclm.publico.es/