Cuando hablamos hoy de memoria histórica –sobre todo quienes la reivindicamos- entendemos que se trata de una memoria viva, útil. Recordar lo que pasó por justicia histórica, y para que hoy se ponga a los verdugos, a sus ideologías, en el lugar que merecen. Condenándolos, para evitar que se repita. Y retomar de las víctimas el eco, el hilo de lo que defendieron, sueños y proyectos inacabados.
Así este 2021, 90 aniversario de la II República, los historiadores nos recordaban lo que fue su proyecto desde el principio. Cuando Unamuno contrastaba ese abril de 1931, caída la monarquía corrupta ‘envilecedora’ de Alfonso XIII (para él ‘el último Habsburgo’), con la derrota en 1521 de las Comunidades de Castilla por Carlos de Habsburgo. Recordábamos a Luis Araquistain señalando que se cerraba un ciclo histórico –de abuso oligárquico y de mala gestión autocrática- comenzado 410 años antes con la derrota comunera. O encontrábamos en un anarcosindicalista, Ángel Pestaña, en 1936 de nuevo el recuerdo de los comuneros, esta vez como base de la tradición comunal más constructiva. Pero sobre todo, como se recoge en la reciente publicación Comuneros contra el rey, leíamos cómo Manuel Azaña dijo que al fin se había recogido en la Constitución de 1931 esa Soberanía Nacional demandada ya por los comuneros, cuando insistían en que el reino manda sobre el rey y no el rey sobre el reino.
Azaña lo había analizado y escrito durante el decenio anterior. Leyó toda la documentación entonces accesible, y cargó contra la lectura reaccionaria, revisionista, de Ganivet y otros, que pretendían dejar arrumbada en el desván de los trastos viejos la revuelta comunera, como un residuo medieval. Él deja claro y documenta la vigencia del planteamiento comunero. Una primera revolución moderna, porque pide ya la igualdad jurídica, la soberanía nacional, y un primer constitucionalismo. También ve que con la derrota comunera llegaría el intento de falsificar su memoria, aunque deja claro que pese a esta represión y olvido oficiales, en cada generación habrá un rebrotar de esos mismos afanes libertadores e igualitarios.
Dijo Josep Fontana que la historia es análisis del pasado, pero también proyecto social, que invita a revisitar caminos abandonados, perdidos, o cerrados violentamente como el Comunero. Desenterrando lo que quiere que olvidemos el proyecto social dominante, el de la sumisión, del acatamiento, de la ‘mayoría silenciosa’. Este año también las élites querrían olvidar la Comuna de París de 1871, un primer ensayo masivo de autogestión colectiva. Olvidar que fue aplastada sin piedad hace 150 años para tener masas trabajadoras dóciles, serviles. Que ni se planteen cuestionar la organización política, social y económica, injusta e ineficaz. Y si aparece el recuerdo, se intenta camuflar, llegando al descaro de que el monarca actual presida institucionalmente el V Centenario de los comuneros, que se sublevaron contra otro monarca. Este sarcasmo pretende confundir, olvidar, el fondo vivo de la revolución comunera, dejarlo en celebraciones académicas –evitando todo presentismo, nos advierten, no vaya a ser que algo del espíritu rebelde de María Pacheco se salga de su estatua, y alguien se cuestione si no está aún muy viva su propuesta-.
En 1519 el imperio costaba la ruina de los reinos que lo soportaban, hoy seguimos pagando caras ciertas ambiciones imperialistas. Entonces, los lujos de la corte escandalizaban. Hoy seguimos en las mismas. En 1520, las ciudades tratan como traidores a sus representantes en las cortes que han cedido al soborno del rey y no defienden los intereses de sus Comunidades. Hoy se oye eso de que no nos representan por motivos parecidos. Juan de Padilla o María Pacheco fueron admirados porque obedecían las decisiones de su Comunidad, aunque les costara la vida o el exilio. Hoy se sigue pidiendo esa lealtad en los portavoces elegidos, esa conexión continua con el pueblo. Cuando en el verano de 1520 los de Medina del Campo se negaron a dar los cañones para atacar a la rebelde Segovia, aunque les incendiaran la ciudad, estaban siendo solidarios. Desarrollando una fraternidad de Comunidades contra el abuso de los realistas. Ese otoño los comuneros organizarán una Junta, propondrán una <Ley Perpetua> constitucional por encima de la voluntad de ningún rey, y armarán un ejército propio. Como en otros momentos ha sido, podría ser hoy o mañana, las comunidades autoorganizadas podrían confederarse, y defender su soberanía plena.
Incluso su derrota militar final, un 23 de Abril como hoy, nos puede enseñar bastante sobre lo que se debería hacer mejor. Podemos aprender mucho de cómo su memoria se ha mantenido en la cultura popular, y podríamos asociar su ejemplo a otras resistencias frente a las oligarquías y la monarquía y los abusos de tantos especuladores del comercio internacional asociados a estas. Bastante asimilable al presente. En el fondo, no en lo coyuntural, por supuesto.
Por eso hoy, 23 de Abril del 2021, quinientos años después de Villalar, su memoria está viva, es útil, y alumbra hacia delante.
Artículo original Fidel Cordero