Preston y García Montero

Paul Preston y los arquitectos del terror

En 1978 la editorial Turner publicaba La destrucción de la democracia en España. Fue un título paradigmático para muchos de nosotros, tal vez porque acabábamos de salir de una dictadura. Su autor, Paul Preston. Hispanista británico, nacido en Liverpool en 1946. El texto tuvo como base –según confesaba el propio autor– su tesis doctoral presentada en 1976. Se trataba por tanto de una exhaustiva investigación sobre las diferencias y confrontaciones entre los dos principales partidos de la izquierda y la derecha –Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA)– diferencias que se tradujeron en continuos enfrentamientos, más allá del hemiciclo, y que le sirvió a la derecha –en connivencia con buena parte del estamento militar decidido a intervenir en la política interior– como la justificación necesaria para perpetrar el Golpe de Estado del 18 de julio del 36. La obra de Preston se convirtió en la herramienta esencial para ilustrarnos sobre ese complejo recorrido que se inició con un esperanzador proyecto el 14 de abril de 1931, pero cuyo lamentable final el 1 de abril de 1939, trajo consigo unos efectos tan devastadores que afectarían al país durante las cuatro décadas siguientes. Con aquel libro descubrimos un capítulo de la historia ensombrecido hasta entonces; esclarecedores capítulos que analizaban en profundidad la reacción, reforma y revolución en la Segunda República. Una República asediada por los “hunos” y por los “hotros”. Fue por tanto lectura imprescindible, no solo para reflexionar, sino también para conocer los orígenes de una ilusionada aventura que se tornó en desoladora tragedia, a través de la barbarie, entre la amenaza del fascismo y la continua y desgarradora lucha política y social que a lo largo de la década de los treinta arrasó los legítimos anhelos de un país.

Pie de foto: El hispanista británico Paul Preston y el poeta Luis García Montero, director del Instituto Cervantes.

Tiempo de silencio

Cuando éramos jóvenes, siempre que Raimon entonaba aquellos versos: Jo vinc d’un silenci / Antic i molt llarg / Jo vinc d’un silenci / que no és resignat (Yo vengo de un silencio / Antiguo y muy largo / Yo vengo de un silencio / que no es resignado), muchos de nosotros –emocionados– queríamos sentirnos identificados. Era un tiempo nuevo; pero todavía seguíamos obsesionados por tratar de sacudirnos la espesa caspa de ignorancia programada que, sobre nuestros hombros, se había ido amontonando tras una larga y casi infinita posguerra. Después de tanto tiempo de silencio, estábamos ansiosos de saber. Sobre todo: el justo significado de la palabra democracia, hasta entonces silenciada cuando no denostada. Saber cuándo y quiénes la mandaron al carajo.

Ante la historia

A lo largo de estos últimos cuarenta años, hemos tenido el privilegio de poder acceder con entera libertad a imprescindibles libros de historia. Hemos trasteado por sus páginas para tratar de conocer nuestro pasado más reciente, aquel que se nos había ocultado o tergiversado. Hispanistas como Gerald Brenan, Ian Gibson, Raymond Carr, Hugh Thomas, Edward Malefakis o Gabriel Jackson; junto a autores españoles como Ángel Viñas, Antonio Elorza, Julio Aróstegui, Tuñón de Lara, Juan Marichal o Santos Juliá entre otros, nos han ido aportando con sus estudios y lúcidos análisis, diversos ángulos para tratar de entender aquel “reñidero español”, tal y como lo denominó el escritor austriaco Franz Borkenau.

Pie de foto: Cubiertas de la primera y última obra de Paul Preston publicadas en España.

Paul Preston

A partir del clarificador texto de 1978, Paul Preston se convirtió para nosotros no solo en uno de los hispanistas más sobresalientes, sino también en un autor a tener en cuenta, siempre que tratábamos de enfrentarnos al estudio de la historia española, desde 1874 a nuestros días. Para intentar entender la corrupción, la incompetencia política y la división social de un pueblo permanentemente traicionado. Muchas de sus obras se han convertido –al menos para mí– en necesarios puntos de referencia. Poco después en La guerra civil española (Ed.Plaza&Janés), descubrí una de las síntesis más completas para poder desentrañar las causas de aquel conflicto que afortunadamente nos llegamos a vivir. Obra tan fundamental que en 2016, el dibujante José Pablo García tuvo la genialidad de convertirla en novela gráfica (Ed. Debate). Otros títulos como: Las tres Españas del 36 (Ed. Plaza&Janés) Idealistas bajo las balas (Ed. Debate), Palomas de guerra (Ed. Plaza&Janés), Franco (Ed. Debate), El final de la guerra (Ed. Debolsillo) El holocausto español (Ed. Debate) o Un pueblo traicionado (Ed. Debate) me han supuesto lecturas ejemplares en busca de los orígenes y consecuencias del conflicto.

Siete hombres sin piedad

La editorial Debate acaba de publicar Arquitectura del terror, la última obra del historiador británico que se inicia con un capítulo de significativo título: “Fake news y Guerra Civil”, a través del cual Paul Preston denuncia y desmonta el mantra con el que a lo largo de toda la guerra civil y posguerra victoriosa, el franquismo proclamó la existencia de un supuesto “contubernio judeomasónico-bolchevique”, cuyo objetivo era el de destruir España y la civilización cristiana. Los capítulos siguientes lo componen unas sobrecogedoras biografías de siete hombres sin piedad, ligados al franquismo, artífices del odio y dispuestos a exterminar, a cualquier precio, aquella conspiración judeomasónica inventada, inspirada en el libelo antisemita Los protocolos de los sabios de Sión, que supuestamente reproducía las conversaciones de un grupo de judíos que planeaban usar la masonería y el comunismo para tomar las riendas del mundo. Publicado por primera vez en 1902, aquí el sacerdote Joan Tusquets (uno de los biografiados) en años turbulentos lo tradujo al idioma patrio e inmediatamente se convirtió en breviario esencial de toda la derecha recalcitrante. El resto de las breves biografías están dedicadas a Mauricio Carlavilla, el policía; José María Pemán, el poeta; Gonzalo de Aguilera, el mensajero; Emilio Mola, el asesino del Norte; Gonzalo Queipo de Llano, el psicópata del Sur y Luis Carrero Blanco, la guerra interminable. Denominar como sobrecogedoras estas reseñas biográficas tal vez resulte un término excesivamente condescendiente, después de su lectura. Ya conocíamos algunas de las atrocidades de individuos como Mola o Queipo de Llano, pero ignorábamos el siniestro perfil de personajes como Carlavilla, Tusquest o Gonzalo de Aguilera.

Pie de foto: El ideólogo José María Pemán (en el centro) junto a sublevados de la Guerra Civil.

Ese camino hacia el olvido

En cuanto al ideólogo José María Pemán, se nos recuerda al comienzo de su capítulo biográfico que fue un incondicional de la dictadura de Primo de Rivera, un enemigo acérrimo de la Segunda República y un defensor del exterminio de la izquierda durante la Guerra Civil. Paul Preston apunta además «…que fue una de las figuras más tóxicas de la extrema derecha española». Después, en la cuasi infinita posguerra, aunque la propaganda del régimen siguió difundiendo entre la población la idea de la conspiración judeomasónica-bolchevique, se requería un leve lavado de cara para lograr sobrevivir entre las fuerzas aliadas. El franquismo necesitaba ir eliminando del discurso público las referencias antisemitas y cortar todos los lazos pasados con el fascismo y el nazismo tras la derrota de aquellos en la Segunda Guerra Mundial. La trayectoria posterior del poeta gaditano muestra a la perfección ese camino hacia el olvido. Consiguió ir labrándose un perfil mucho más liberal. Con su admirable, aunque a veces retórica, prosa, disimulaba su pasado en artículos de la Tercera del diario ABC. Creó una popular serie protagonizada por Antonio Mercero en TVE allá por los sesenta, donde al fresco de un patio andaluz se debatían y cuestionaban temas triviales que rozaban pero no herían las críticas al régimen dictatorial. Hasta fue capaz de defender en pleno franquismo la hipotética restauración de una monarquía parlamentaria. Llegó a coquetear y a fotografiarse con algunos intelectuales de la silenciada izquierda española. Después, con la democracia ya reinstaurada, consiguió ser condecorado por el hoy cuestionado rey emérito con la Orden del Toisón de Oro. Lo dicho, leer o releer a Paul Preston, siempre convoca a una serena reflexión sobre nuestro pasado inmediato, herramienta necesaria para intentar estar preparado ante un futuro imprevisible.

Artículo original de Vicente Alberto Serrano https://lalunadelhenares.com/

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