ORTEGA, Antonio

(En Política, Nº 56. Marzo-abril, 2005). Por José Esteban

[Gijón, 1903-Caracas, 1970]

El escritor Antonio Ortega nació en Gijón (Asturias) el 13 de noviembre de 1903. Su padre, Antonio Ortega Jiménez era médico y perteneció a la Real Academia de Medicina y su madre Rosa Fernández de la Granda y Álvarez de Buylla, estaba emparentada con el republicano higienista Adolfo Álvarez Buylla, autor de El alcoholismo y tuberculosis (Oviedo, 1921). Estudió en el Instituto Jovellanos de su ciudad natal y alcanzó la licenciatura en Ciencias Químicas en la Universidad de Oviedo. El Doctorado lo obtuvo seguidamente en la Universidad de Madrid.
Ejerció de catedrático de Instituto de Tortosa (Tarragona) y al año siguiente pasó a ejercer en Oviedo, especializándose en química orgánica y patología vegetal.
Ya por estas fechas, 1930, Antonio Ortega había logrado publicar algunos de sus relatos breves y alcanzado algunos premiso literarios. En 1925 su narración “Apolinar González”, en certamen convocado por el madrileño El Imparcial, y en febrero de 1930, la revista Nuevo Mundo premió su novela corta “Yemas de coco”.
Sus actividades políticas comenzaron también en estos años. Asiste a los actos organizados por el Ateneo Obrero de Gijón y colabora en el órgano de la Unión General de Trabajadores, el diario Avance, cuya dirección llegó a asumir por corto tiempo.

A mediados de 1936, Antonio Ortega obtuvo otro importante renacimiento literario; fue premiado en el concurso de novela corta convocado por Blanco y Negro. Su texto, “Siete cartas a un hombre”, apareció el 28 de junio.
Activo militante de Izquierda Republicana fue propuesto para el cargo de Consejero de Propaganda. Lejos de rehuir esta responsabilidad, la aceptó y durante todo el período de resistencia en Asturias se mantuvo en su ciudad natal, muy castigada por los bombardeos franquistas. Asturias se rinde el 20 de octubre de 1937 y Antonio Ortega es uno más entre los numerosos combatientes republicanos que se ven obligados a escapar por el puerto de Musel, rumbo a Francia.

Regresa pronto a España y se establece en Barcelona, donde es nombrado catedrático del Instituto Maragall, pero pronto, ante las adversas circunstancias que afronta el frente republicano, viste uniforme militar y a principios de 1938 ocupa el puesto de Comisario de Brigada del Ejército Republicano y al final de la contienda ejerce como Ayudante del Comisario General del Ejército de Tierra.
En febrero de 1939, después de asistir a las últimas horas de la Barcelona republicana, se ve obligado a huir a Francia formando parte del masivo éxodo de militares y civiles, que huyen de la represión franquista. “Después el éxodo, un terrible, lento, desesperado éxodo, entre guardias de asalto, ovejas, mulas y mujeres desgreñadas. Ya no había hombres. Solamente un verbo: huir. Y en esta sola palabra estaba condensado todo”.

Llegó a Toulouse y desde allí pensó en viajar a América. Hostigado por la policía francesa, se vio obligado a escapar a Bordeaux, y desde allí, en el vapor inglés “Oropesa”, perteneciente a la Compañía del Pacífico, embarcó para Cuba. Con su arribada a La Habana, el 24 de marzo de 1939, comienza su largo y definitivo exilio en tierras de América.

En aquellas fechas Cuba gozaba de una paz política amplia. Se habían legalizado todos los partidos y la colonia española contaba con un sólido poder, tanto económico como social. En manos de españoles, principalmente gallegos y asturianos, se encontraban los comercios minorista y mayorista, y los llamados centros regionales poseían suntuosos palacios sociales e importantes centros docentes.

Antonio Ortega, ayudado por amigos incondicionales, como Luis Amado Blanco, se incorporó pronto a los diferentes medios culturales, y al poco de llegar, el 15 de abril, tomó la palabra en conmemoración del octavo aniversario de la República, con comunistas cubanos y el novelista venezolano Miguel Otero Silva.
Pronto dictó cursos y conferencias, relacionadas con la biología, en distintas instituciones, y entró en contacto con la prestigiosa revista Bohemia, donde publica diversos trabajos y consigue algunos premios. Pero las labores periodísticas no lo alejan de la creación literaria y en el mismo años 1939, publica en la revista Nueva España la narración “El evadido”, y estimulado por los amigos escribió una novela que apareció en 1946, con el título de Ready.

Como combatiente republicano exiliado, Antonio Ortega reafirmó en La Habana sus posiciones antifranquistas, unas veces a través de sus escritos y con su participación activa en agrupaciones políticas. Así, al celebrarse en la Universidad de La Habana la Primera Reunión de Profesores Universitarios Españoles Emigrados, en 1943, convocada por Gustavo Pittaluga, se desempeñó como Secretario de la Sección Tercera, presidida por Mariano Ruiz-Funes, y dedicada al estudio de los problemas económicos y jurídicos de la dictadura en España. Por entonces era miembro del Círculo Republicano Español y en 1946 fue fundador y primer presidente de la Agrupación de Izquierda Republicana en el exilio, filial cubana de la organización central, que radicaba en México, y tenía como principales dirigentes a José Giral y Alvaro de Albornoz.

En la década de los cincuenta, incursiona en el recién nacido cine cubano, y junto con la periodista Anita Arroyo, escribe diálogos para el filme Siete muertes a plazo fijo, del director Manolo Alonso, y es designado director de la prestigiosa publicación Carteles.

Sufrió la dictadura de Fulgencio Batista, que llegó al poder en 1952 y vivió los momentos de gloria de su derrocamiento, así como la llegada al poder de Fidel Castro. Aquel mismo año publicó en un volumen de relatos reunidos, bajo el título de Yemas de coco y otros cuentos, en la Universidad de Las Villas.

Aunque respetado por las nuevas autoridades revolucionarias, no le gusta el sesgo que toman las cosas y, ante la injerencia de la administración en la prensa, decide buscar refugio en la embajada de Perú, y emprende una vez más un nuevo camino de exilio, esta vez en Caracas. Esta determinación fue censurada, pero es cierto que su pensamiento liberal, democrático y su talante conciliador no tenían ya cabida en el estrecho margen periodístico que se estableció en La Habana. Ya en 1942 había escrito:
“Grandes son los defectos de las democracias, grandes las injusticias que se cometen a la sombra de las mismas… Pero –conviene no olvidarlo nunca- la peor de las democracias es infinitamente mejor que la mejor de las tiranías” . En Cuba se hubiera asfixiado.

En Caracas comenzó a publicar, en 1961, la revista Bohemia Libre, enfrentada al gobierno de Fidel Castro, pero muy pronto fracasó el proyecto. La Revolución cubana gozaba en aquellos años de la simpatía de intelectuales y los pueblos de América, y la publicación fue tachada de estar al servicio del imperialismo yankee.

Comienza entonces una especie de calvario para el republicano español. Abandonado por muchos amigos, sin recursos, y enfermo, intenta salir del país, pero la muerte le llega en Caracas, el 18 de marzo de 1970, oscuramente y casi en la miseria.