ARIÑO FUSTER, Ramón
(En Política, Nº 58. Septiembre-octubre, 2005). Por Isabelo Herreros
[Aragón, 1901-Madrid, 1987]
Entre las personalidades de Izquierda Republicana que destacaron en la política española, en los años de la Segunda República y durante la llamada guerra civil, es sin duda Ramón Ariño Fuster el más injustamente olvidado, tanto en el ámbito de las instituciones madrileñas, en las que ocupó cargos de relevancia, como en Aragón, su región de origen. La razón no es otra que la de su militancia política y su posición de lealtad insobornable a la legitimidad republicana, en los largos años de la dictadura franquista, -de los que pasó cerca de veinte en diversas prisiones-, así como en la transición a la monarquía parlamentaria actual, etapa en la que también mantuvo con dignidad la oposición de los republicanos al vergonzante pacto de la claudicación suscrito por socialistas y comunistas con las oligarquías franquistas, representadas por el sucesor del dictador.
Ramón Ariño era, en su biografía privada, como muchos republicanos, lo que se llama un hombre hecho a si mismo, que había llegado a Madrid, junto a su familia, con doce años, procedentes del deprimido Aragón en busca de mejor fortuna.
Muy pronto comenzó su andadura laboral, tal y como era obligado en las familias de trabajadores, si bien su tesón y espíritu de superación le llevaron a acudir por las noches a realizar estudios, también muy pronto se despertó su afición por la lectura y tomó conciencia de las injusticias y de la falta de libertad que padecía nuestro país. Aún sacaba tiempo los sábados y domingos para acudir a reuniones de carácter sindical y político, sin dejar de atender estudios y trabajo. Y así, en pocos años, nos encontramos con Ariño al frente de su propio comercio y convertido en un ciudadano conocido por su activismo y querido y respetado en la localidad de Leganés, por entonces un pueblo mucho mas pequeño que en la actualidad.
Ramón Ariño participó de forma activa en los grupos que conspiraron contra la Dictadura de Primo de Rivera y en estos años conocería y haría amistad con relevantes dirigentes republicanos de Madrid como Francisco Barnés, José Salmerón, Victoria Kent, Marcelino Domingo, Antonio Remis y también con el celebre y castizo José Escudero. Con todos ellos participó en la creación, en 1929, del Partido Republicano Radical-Socialista. Buena parte de los primeros firmantes del manifiesto fundacional estaban en prisión.
En las elecciones municipales de Abril de 1931 resultó elegido concejal y, con la proclamación de la República, inició Ariño una actividad política institucional relevante, que le llevaría a ser diputado provincial, vicepresidente, y presidente de la Diputación Provincial de Madrid en los difíciles años de la guerra civil.
Cuando se produjo la fusión en Izquierda Republicana en 1934 de las organizaciones de Manuel Azaña , Marcelino Domingo y Casares Quiroga, recayó sobre Ariño buena parte de la tarea de expansión del partido en la provincia de Madrid, cuyos pueblos conocía bien, y así esta reflejado en la prensa de la época, cuando dan cuenta de actos de propaganda republicana. Su eficacia organizativa quedó acreditada con el trabajo realizado en mítines como el de Comillas, protagonizado por el entonces presidente de IR don Manuel Azaña.
Ocupó cargos de responsabilidad interna, así como la dirección del diario Política, para la que fue nombrado por contar en su trayectoria con experiencia como periodista. Sucedió en este cargo a Osorio-Tafall, de quien hablamos en el anterior número de nuestra revista.
Cuando las tropas franquistas ocuparon Madrid se encontraba al frente de la máxima responsabilidad en el seno de Izquierda Republicana. Su ingreso en prisión fue inmediato, no sin antes sufrir torturas e interrogatorios interminables. En algunos libros de memorias, como el del Coronel Casado, se consigna que los políticos mas relevantes que permanecieron en Madrid hasta el final, y obviamente resultaron detenidos, fueron Julián Besteiro y Ramón Ariño; habría que añadir al abogado don José Serrano Batanero, dirigente también de IR, consejero de Estado y concejal del Ayuntamiento de Madrid, fusilado en 1940 por el odio de los vencedores. Sobre el último periodo de la guerra civil Ramón Ariño dejó testimonio público en 1977, a través de una entrevista que le hicieron en una revista semanal de gran tirada, de la verdad acerca de la actuación de Izquierda Republicana en todo lo relacionado con el golpe de Estado del Coronel Casado: El presidente y el Secretario de Izquierda Republicana se enteraron del golpe por la radio. Besteiro solicitó que acudiera alguien de Izquierda Republicana a las reuniones de la Junta, al menos para informar. Como Izquierda Republicana no tenía tomado acuerdo de asistir, yo solicité que previamente se discutiera eso, porque San Andrés no nos representaba, y, además estaba enfermo. Se acordó asistir y fui designado. Yo comparecí en dos reuniones informativas antes de que “se permitiera” la entrada de las fuerzas de Franco. La última fue el veintinueve o el treinta de marzo, a las siete de la tarde. Luego, por la noche, a las doce, estaba yo en la redacción de Política y recibí una llamada urgente. Me convocaron a una reunión para decirme que podía salir con ellos antes de las dos de la mañana. Esa era la exigencia del cuartel general franquista. De los de aquella reunión, solo dos personas nos negamos a abandonar Madrid: Don Julián Besteiro y yo”.
Como muchos republicanos Ramón Ariño fue condenado a muerte, si bien le sería conmutada la pena por la de treinta años de prisión, y posteriormente por la de veinte años, y lo cierto es que con breves periodos de libertad condicional casi completó los veinte años en las cárceles franquistas. Como Presidente del Consejo Nacional de Izquierda Republicana, en la clandestinidad, junto a un grupo de dirigentes del interior, mantuvo la presencia del partido en la lucha antifranquista y, como se recoge en un trabajo acerca del republicanismo en la clandestinidad, publicado en el libro Los grandes olvidados. Los republicanos de izquierda en el exilio, la autoridad máxima de los republicanos, del interior y del exilio, correspondía al Consejo Nacional en la clandestinidad. Desde la prisión o desde su casa Ramón Ariño se comunicaba, a través de complicados pero eficaces procedimientos, y de manera fluida con correligionarios del exilio como Pedro Vargas, Carlos Esplá, José Ballester o Salvador Quemades. Su estancia en prisión finalizó en 1962, y a su salida aún tuvo el coraje suficiente para agarrar una cartera y ganarse la vida como representante de comercio para ayudar a su familia en su mantenimiento y en el pago de los estudios de sus cuatro hijos.
En sus análisis de la política nacional o internacional encontramos una gran lucidez y un conocimiento preciso de los tiempos políticos. En 1946 y 1947 fue Ramón Ariño quien alertó a los dirigentes del exilio de las maniobras británicas en España para consolidar en el poder a Franco, a cambio de la Ley de sucesión monárquica. Esta posición, enfrentada a los socialistas, por entonces “encantados” con Juan de Borbón, le costó que los servicios de inteligencia de su Majestad propiciasen su “caída” y ingreso en prisión.
También tuvo la misma lucidez en 1977, cuando la izquierda del consenso pactaba con los sicarios del dictador. Esto escribía Ariño en un diario de Aragón:
"En cualquier nación del mundo civilizado que haya padecido una dictadura –no de cuarenta años, que en eso también somos diferentes- a la desaparición del dictador le sucedieron al frente del poder sus adversarios políticos, los que habían luchado por la causa de la libertad y los derechos del hombre. Así sucedió, por citar algunos casos, en Alemania e Italia después de la guerra mundial, y mas recientemente en Grecia y Portugal. Y parece natural que así sucediera: los principales colaboradores del dictador fueron condenados al ostracismo político; las monarquías, donde las había, fueron eliminadas, y se proclamó la república. España es diferente; de ahí quizás la inmensa sorpresa que se ha producido en el mundo civilizado por los resultados del referéndum y de las recientes elecciones".
Mucho más se podría escribir acerca de la personalidad y trayectoria de Ramón Ariño y lo haremos en posterior ocasión. En esta solo pretendemos dejar una breve semblanza de uno de los directores que tuvo Política en su primera época, ahora que se cumplen 70 años de su fundación.
(Dedicado con afecto a Ángel Ariño y a sus hermanos por su persistencia en mantener la memoria de su padre)