CASTROVIDO, Roberto

(En Política, nº 66. Julio-septiembre, 2015). Por José Esteban

[Madrid, 1864-Ciudad de México, 1941]

Madrileño (5 de enero de 1864), de la calle de la Magdalena, esquina a Antón Martín, según uno de sus biógrafos, Valentín de Pedro, conservó siempre ese espíritu ágil, zumbón y despierto de los madrileños.

Huérfano de padre (riojano) y madre (madrileña), heredó de ambos su dedicación a la causa republicana, que gozaron de la consideración de Pí y Margall, Figueras y Salmerón.

Estudió sus primeras letras en el Colegio Internacional que regentaba el propio Salmerón, en la calle Ancha de San Bernardo. Huérfano, como dijimos, fue recogido por unas primas carnales y más tarde por unos amigos de su padre, muy conocidos en el mundo republicano. Estudió bachillerato y empezó la carrera de Derecho, que no pudo terminar.

Su vocación de periodista y de republicano nacieron con él. Y en esa doble vocación encontraría la ocupación y finalidad de su larga vida.

Sus primeros artículos datan de 1888 y aparecieron en La Avanzada, de Barcelona, y El Autonomista, en Sans, dos semanarios republicanos catalanes que propugnaban el federalismo. Aquellos trabajos le dieron a conocer como periodista de grandes condiciones. Y así, el que llegaría a ser un gran periodista se destacó bien pronto por su clara prosa, de gran belleza y altamente persuasiva.

Sus primeras armas profesionales las ejerció en Santander, dirigiendo La Voz cántabra, que le granjeó notoriedad en toda España; pero la publicación duró muy poco. (1).

Del norte, Castrovido volvió a su Madrid y por mediación de Nakens entró de redactor en El País, siendo su director Ricardo Fuente. Escribía también en El Pueblo de Valencia. Uno de sus artículos tuvo la virtud de indignar al general Moltó, capitán general de aquella plaza, que pidió su detención y conducción a la ciudad del Turia. (2).

Vuelto a Madrid, ocupó casi siempre la primera columna con su prosa suelta, audaz, honrada y desbordante de justicia y entrega al ideal republicano.

Tuvo siempre una clara conciencia de escritor y una letra muy turbia. Aventajaba a Menéndez Pelayo y al inolvidable Miguel

Moya como terror de los cajistas. "Escribe sus cuartillas, pues, con letra indescifrable; pero son jugosas e improvisadas. Rafael Deforme, aquel redactor de "El País" tan bohemio como talentoso, llevaba libros y periódicos -su bibüoteca, como él decía- en los bolsillos, combados y rotos por el peso, Castrovido la lleva en su prodigiosa memoria. Así le era fácil consultarla cuando escribía -y no ha perdido la costumbre- sus más sensacionales artículos en las mesas solitarias de los acogedores cafés de barrio de Madrid". (Darío Pérez).

El famoso periódico republicano murió en febrero de 1921, siempre bajo su dirección, y desde entonces Castrovido vivió escribiendo artículos y crónicas esporádicas y de modo regular en La Voz, de Madrid, y en Heraldo de Aragón.

Pero Castrovido tuvo también una muy significativa faceta como político. De abolengo republicano, como ya sabemos, se afilió pronto a la Juventud Federal.

Entusiasta de la doctrina de Pí y Margall, vio en la razón del derecho la raíz de toda certidumbre, y en el hombre el dueño de la razón. Siempre se mantuvo fiel a esa tendencia, como hicieran Blasco Ibáñez, Menéndez Pallares (su amigo íntimo) y tantos otros. Su espíritu batallador le llevó varias veces a la cárcel y sufrió persecuciones y procesos de todo tipo.

Se casó en Valencia por poderes, para evitar la ceremonia religiosa. (3).

Fue diputado por Madrid por la Conjunción Republicano-socialista y participó en incontables sesiones parlamentarias. "En 12 de diciembre de 1918 pronunció un gran discurso, que produjo la retirada de la minoría catalana. En 6 de febrero de 1919 dijo otro comentadísimo discurso sobre la autonomía de Cataluña, región en la que se le quiere y respeta". (Darío Pérez).

Su vida parlamentaria ocuparía un espacio con el que no contamos. Hombre de elocuencia noble y sincera, logró siempre la consideración y hasta las simpatías de la Cámara y a muy pocos diputados se le consintieron como a nuestro Castrovido las crudezas y verdades a plena voz. (4).

Sus muchos artículos de El País constituyen la mejor ejecutoria de un espíritu liberal y republicano, sin vacilaciones y sin concesiones frente al desenvolvimiento de la historia de España.

Mientras dirigía el diario republicano, vivió una época que basta por sí sola para Jiocer el temple de su espíritu: es el año 1909, durante los meses trágicos y angustiosos de agosto a noviembre, y cuando se fusilaba impunenemente en Montjuich, Castrovido no vaciló un momento en ponerse de parte de la justicia y en salir día a día en defensa de los fueros del derecho y la civilización, defendiendo con una clarividencia y una valentía ejemplares a los miles de detenidos que había entonces en Barcelona.

Esta actitud hizo que, más que como republicano, se le consideraba como un vigía de la libertad y los derechos humanos.

Como buen madrileño, sintió una especial predilección por el café. Algo por comodidad y algo por afición. La fortuna no le permitió nunca tener una casa confortable y cómoda, y se refugiaba en los cafés. Sobre sus mesas de mármol están escritos todos o casi todos sus admirables artículos. En el café buscaba los rincones más confortables y silenciosos. Por la mañana para leer la prensa y por la tarde, después de media tarde, para escribir su diaria colaboración.

Parece ser, según nos cuenta Álvaro de Albornoz, que Castrovido casi nunca firmaba sus artículos, pero todos los lectores reconocían su firma a las primera líneas. (5).

"Merece también citarse su polémica con don Torcuato Luca de Tena sobre la política reaccionaria de Maura y La Cierva. Castrovido triunfó en toda la línea sin que nunca se le fueran dicterios de mal gusto o alusiones incorrectas. La democracia elegante del director de El País apabulló al aristocratismo del simpático don Torcuato". (Arturo Mori, La prensa española de nuestro tiempo).

Murió en el exilio mexicano.

NOTAS

1- Uno de los motivos de su corta vida fue la publicación de un soneto de Joaquín Dicenta. "Era un soneto sin importancia -dijo Castrovido- pero erótico, de un erotismo que a la gente le pareció inmoral". Se armó un gran escándalo. Hubo protestas, empezaron a mirar a Castrovido con recelo y a escudriñar en su vida privada. Le dieron mucho aire en los púlpitos y en los confesionarios, y las señoras llegaron a santiguarse al paso del periodista.

2- La llegada a Valencia preso fue tumultuosa. Los republicanos, enterados de la detención y enardecidos por el verbo brillante de Blasco Ibáñez, esperaban al periodista en la estación y le acompañaron hasta la cárcel. Allí, un piquete de la Guardia Civil simuló una carga para que la multitud no le arrebatara el preso. Y así, el detenido entró en la cárcel de San Gregorio de Valencia. Pero hay que decir que solo estuvo retenido ocho días. Corriendo los años fue otra vez detenido en Madrid y condenado a dos meses por la Ley de Jurisdicciones. Fue indultado y tan sólo estuvo preso quince días.

3- "A este respecto se repite una anécdota que no me resisto a copiar. Cuando fue a sacar la partida de bautismo para casarse, el cura de la parroquia de San Sehastián, de Madrid, le dijo muy sorprendido: "-¡Hombre! Gracias a Dios que le conozco a usted. Es usted el hombre de quien más partidas bautismales me han hecho sacar". Entonces Castrovido le explicó que era periodista y había sido procesado en incontables ocasiones, y cada proceso llevaba consigo una partida de bautismo". (Darío Pérez).

4- Famosa fue su interpelación en el Congreso al gobierno de Romanones sobre la detención de León Trotski. El periodista no llegó a conocerlo, pero un día, visitando en la cárcel a Torralva Beci, le hablaron de un detenido ruso de muy acusada personalidad. Días después preguntó por el "pacifista ruso ". Particularmente, Romanones le dijo: "Se trata de un sujeto en extremo peligroso, expulsado de Francia por sus ideas y a quien la policía francesa nos lo ha entregado encargándonos su custodia. Ningún interés tenemos en retenerlo; por el contrario, nuestro deseo es deshacernos también de él". Días después, Trotski fue conducido a Cádiz. Castrovido no volvió a tener otras noticias que una carta, escrita en castellano, en la cual le daba las gracias por su interpelación en el Congreso". (L. Trotski, Mis peripecias en España, Prólogo José Esteban, Reino de Cordelia, Madrid).

5- Sobre Castrovido, como sobre todos los periodistas republicanos, cayó una losa de silencio. En la prensa madrileña solo hemos encontrado un artículo de Rafael Flórez, Roberto Castrovido, luchador por la libertad de prensa (Villa de Madrid, enero 1990), donde recuerda que por su trayectoria en pro de Madrid, recibió en 1936 la medalla de oro de la villa, junto con su después compañero de exilio, Antonio Zozaya.