CIGES APARICIO, Manuel

(En Política, Nº 14. Abril-mayo, 1995; Nº 15.  Julio-agosto, 1995). Por José Esteban

[Enguera (Valencia), 1873-Ávila, 1936]

Escritor de vasta obra repartida entre libros autobiográficos, reportajes novelescos, novelas propiamente dichas, una biografía de Costa ("Joaquín Costa, el gran fracasado") y una visión general de un largo período de la Historia de España ("España bajo la dinastía de los Borbones"), así como una infatigable labor de periodista y traductor, Ciges Aparicio, fue un escritor independiente, en lucha siempre contra viento y marea, sufriendo persecuciones, destierros y confinamientos. Nació en Enguera (Valencia), en 1873. Murió fusilado por las tropas de Franco, en Ávila, donde era gobernador civil, en los primeros días de agosto de 1936.

Ahora que cierta crítica histórica achaca a los maestros del 98 ciertos excesos de verbalismo y la práctica de una crítica poco concreta y se busca en su juventud el período más comprometido con la realidad española, la lectura de la obra de Ciges Aparicio da medida de la importancia de su testimonio, lleno de preocupación por la regeneración de su país y de denuncia de una situación de injusticia generalizada, en el sistema político que restauró Canovas. Asimismo, frente al acomodo de gran parte del grupo generacional, la postura de Ciges Aparicio fue siempre de un mayor compromiso con la realidad, exponiendo su propia vida en pro de remediar, en la medida que un escritor puede, la situación de las clases españolas menos privilegiadas.

Su presencia, muy joven, en la Cuba colonial, ya en franca rebeldía contra la presencia española, le lleva a la cárcel de la Cabaña. Su delito, haber criticado la actuación de las autoridades militares y concretamente la del general Weyler.

Con la publicación de "El libro de la vida trágica: del cautiverio" (1903), que relata su estancia en la prisión colonial, se inicia la serie autobiográfica ("Memorias literarias de un español que narra sin énfasis alguno la vicisitudes de una juventud azarosa", según Cansinos-Assens), compuesta de cuatro libros: el ya citado "Del cautiverio", "El libro de la vida dolientes: del hospital" (1906); "El libro de la crueldad: del cuartel y de la guerra" (1906) y "El libro de la decadencia: del periodismo y la política" (1907). Estos cuatro libros, trazados con una cierta unidad, constituyen un fresco impresionante sobre cuál era la situación de la sociedad española en aquellos primeros años del siglo XX, vistos por un testigo que ha sufrido en su propia carne los horrores que narra.

Después de esta serie, Ciges Aparicio se enfrenta con los problemas actuales, desde el tiempo presente, no en recuerdo. Publica así "Los vencedores" (1908) y "Los vencidos" (1910), dentro del ciclo "Las luchas de nuestros días". Reportajes novelados sobre la situación de tres distintas cuencas mineras españolas (Asturias, Río Tinto y Almadén), llenos de sugerencias, narrados con excepcional calor humano, auténticos, críticos, nos atreveríamos a decir que necesarios. Leerlos es volver a repasar un capítulo indeseable de la historia de España, de la codicia humana, de la tristeza de unos hombres abandonados.

Ejemplo de periodismo combativo, estos reportajes inician una corriente literaria de cuya importancia son jalones "Viaje a la aldea del crimen", de Sender; "En el país de los bubis", de José Más, prologado por Unamuno; "La España desconocida y tenebrosa", de Alardo Prats y Beltrán, y que se prolonga hasta nuestros días con "Caminando por las Hurdes", de Armando López Salinas y Antonio Ferres. Todo un movimiento de interpretación real de la geografía española, todavía no valorado suficientemente, y que tiene en Ciges Aparicio su brillante iniciador. ¡Qué lejos nos encontramos en estas páginas, verdadero ajuste de cuentas a la Restauración, de las literarias y melancólicas de "La ruta de don Quijote", de Azorín!.

La preocupación por la situación de Marruecos, el otro peso muerto del colonialismo español, queda reflejado en "Entre la paz y la guerra: Marruecos" (1912), escrito un año después de la catástrofe del Barranco del Lobo. El libro es una llamada dramática a la conciencia nacional para impedir los afanes del revanchismo de cierta capa de la sociedad española. "La guerra es un desastre para España", escribe Ciges.

Militante de Izquierda Republicana y hombre de confianza de Azaña, fue gobernador civil de Baleares durante los primeros años de la República. Su labor contra la piratería y el contrabando fue aplaudida hasta por sus enemigos. En el año 1935, cambió su puesto de gobernador civil en Baleares por el de Ávila, que estaba encomendado al también escritor y miembro de Izquierda Republicana, Antonio Espina. Allí, en la ciudad amurallada, encontró la muerte una mañana de agosto de 1936. Con él perdía España no sólo un escritor de gran garra y talento y periodista siempre al filo de la actualidad, sino también a todo un republicano, un luchador por una España mejor y solidaria.

EL NOVELISTA

Considerado como un hermano menor de la generación del 98, Ciges Aparicio escribió bastantes novelas y hoy es conocido exclusivamente por estas obras.

En ellas se recrea ficticiamente toda una España rural, empobrecida y miserable y que se inicia con "El vicario" (1905), que introduce en nuestra literatura, casi treinta años antes de hacerlo Unamuno (recordemos "San Manuel bueno, mártir"), el tipo de sacerdote preocupado por las responsabilidades del hombre, en lo que se refiere a su aspecto material y terrenal. Se produce así el normal desgarramiento entre la llamada de una conciencia que empieza a despertar acerca de la validez de su actuación entre sus hermanos y la vieja concepción y la costumbre de limitarse a una acción puramente espiritual. Nace así, en nuestra novelística, una figura de gran riqueza psicológica y que llegará a constituir el tema central de algunas novelas sociales. (Recordemos "El asalto", de Julián Zugazagoitia).

En "La romería" (1911) y "Villavieja" (1914) toda la brutalidad de una sociedad levítica y analfabeta, engañada por un sistema corrompido, se muestran en cruel realidad. La crítica social de Ciges Aparicio está exenta de misticismo, de idealismo, y relaciona las situaciones de las distintas clases sociales de una manera real clarificadora.

"El juez que perdió la conciencia" (1925), relata sus propias experiencias como candidato a las elecciones en 1923. Se nos presenta así, con gran fuerza narrativa, las transformaciones que sufría la realidad social española cuando el aparato electoral, movido desde los ministerios madrileños, llegaba con sus hilos eléctricos en busca del cacicazgo a los más apartados pueblos españoles.

Ahora entre nosotros empieza a estudiarse la sociología electoral, la lectura "El juez que perdió la conciencia" no hace sino traernos el reportaje vivido, fiel, terrible, a muerte, de aquellas contiendas electorales. A setenta años de aquella historia, toda la rica gama de enredos, aseñanzas, trucos, palos, encarcelamientos de contrarios, enchufismo, etcétera, en que consistía una elección para diputados, nos parece imposible. Sin embargo eran en pan nuestro de cada día en cuanto el partido en el poder declaraba abierto el período electoral.

Las páginas finales de la novela reflejan la tristeza española, la derrota del ingenuo candidato (el autor en este caso) y la terrible certeza de la continuidad de la situación sin la más mínima posibilidad de transformación o cambio.

En 1926, Ciges Aparicio publica "Circe y el poeta", en la que se relatan las aventuras de un revolucionario y poeta español en el París de 1914. Obra deslavazada y mal construida, no aporta nada importante a su quehacer literario.

En cambio su última novela, "Los caimanes" (1931), constituye todo un vigoroso relato novelesco en el que insiste en la España rural, con irresueltos problemas, su envidia, su mezquindad y su egoísmo.

Antes, en 1930, había publicado "Joaquín Costa: el gran fracasado", quizás la biografía del político aragonés y "España bajo la dinastía de los Borbones", impresionante libro en el que recorre toda la dramática trayectoria de España, durante los reinados de esta dinastía y en el que el novelista nos da la medida de la importancia de la historia en toda su creación. Dos libros que demuestran y completan el gran escritor que fue Ciges Aparicio.

No se intenta aquí una revisión total de la importante obra del escritor republicano, en el que la literatura de creación ocupó un lugar a veces secundario, sino únicamente dejar constancia de su infatigable labor, repartida entre sus reportajes testimoniales, su quehacer periodístico por casi toda la prensa nacional y que le llevó a estar siempre donde su pluma pudiera dejar constancia de la injusticia, de la cobardía, del envilecimiento; de su actuación personal en la política activa, que le condujo a la muerte y de su vida errabunda y triste de exiliado, a donde fue empujado por la sinceridad de sus convicciones. Todo ello hace de nuestro autor uno de las personalidades más ricas y sugestivas de la España de los primeros cuarenta años del siglo XX. Su actual olvido, a tantas luces injustificado, si no fuera porque la posguerra española explica tantas cosas, obliga a la juventud a una revisión de valores, en la que Ciges Aparicio ocupará el puesto de privilegio que le corresponde. Obliga también a los editores a una atenta mirada a su obra, necesaria y justificativa y llamada, en muchos de sus libros, a un verdadero éxito literario.