ESPLÁ RIZO, Carlos

(En Política, Nº 50. Enero-febrero, 2003). Por José Esteban

[Alicante, 1895-Ciudad de México, 1971]

Nace el futuro gran periodista republicano español en un momento muy conflictivo de nuestra historia: fenece nuestro viejo imperio colonial, nacen los nacionalismos periféricos y se inicia el movimiento social en las grandes ciu­dades españolas. La llamada Restauración, con sus componen­das políticas, hace agua por todas partes, con las sangrías de la guerra de África, la Semana Trágica de Barcelona y tantas y tantas otras calamidades sociales y políticas. Pertenece, pues, Carlos Esplá a esa generación de fin de siglo que se vio abocada a entrar en la cosa pública, por aborrecimiento a lo que Ortega llamó la vieja política.

Nacido en el seno de una familia de la pequeña burguesía ali­cantina, comenzó su andadura literario-política colaborando en la prensa local y regional, destacando por su republicanismo radical, bebido en las propias fuentes de Blasco Ibáñez, del que fue destacado discípulo y amigo. Se curtió después en las luchas juveniles contra la dictadura de Primo de Rivera sobre todo des­de París, donde colaboró con los también exiliados Unamuno y el citado Blasco en pro de la Segunda República española, en la que ocupó puestos de responsabilidad en sus momentos más crí­ticos, y todo ello sin abandonar su actividad periodística.

Desterrado en Valencia ya en 1916 y hasta 1923, fueron estos años decisivos en su formación y en su futura proyec­ción republicana. Aquella Valencia estaba dominada por la actuación y la presencia del "blasquismo" en casi todas sus manifestaciones. Con una mezcla de reformismo social y cier­tas dosis de populismo, Blasco Ibáñez había conseguido aglu­tinar a los republicanos valencianos.

Desde la capital levantina, Esplá siguió colaborando en El luchador alicantino, y pronto, a través de Marco Miranda, entró en la redacción de El pueblo, el viejo periódico "blasquista", donde encontró amistades y formación. Allí entró en contacto con personalidades republicanas como Félix de Azzati y Rober­to Castrovido. Participó activamente en el homenaje que la ciu­dad iba a tributar al escritor universal, en 1921, e intima con él.

En 1923 se inicia otra etapa fundamental en la vida de este gran republicano: su marcha a París. El futuro conspirador consigue una modesta colaboración para Las provincias. Es su deseo aprender francés, traducir y hacerse un hueco en el periodismo nacional. Llega a la ciudad del Sena en marzo de 1923 por un periodo de tres meses que se convertiría en siete años. Se instaló en el Barrio latino y comenzó una actividad frenética. Conoció a los mejores escritores y políticos del momento c instaló una tertulia de españoles en el café de La Rotonda, que reuniría a la flor y nata del exilio español: Una­muno, Eduardo Ortega y Gasset, Marcelino Domingo, Corpus Barga, F. Cossío, Francisco Madrid y Julián Gorkin, entre otros.

Uno de los acontecimientos más fructíferos para Esplá fue el conocimiento de Unamuno, que vivía en París su particular enfrentamiento con el dictador. Presentó al vasco a Blasco Ibáñez y lanza el periódico España con honra, financiado en parte por el gran novelista.

El objetivo del periódico era llegar a España, para lo cual se vale de contrabandistas valencianos y de trabajadores comprometidos con el republicanismo. Quería Esplá agluti­nar a los españoles opuestos a la dictadura y dotar al exilio de un medio de expresión, ambas cosas difíciles y hasta casi imposibles.

En 1924 aparece un folleto de Blasco Ibáñez titulado Una nación secuestrada. Se trataba de un panfleto muy en la línea del escritor, pero con evidentes influencias azañistas. El folleto cau­sa gran agitación en España, tanto en la oposición como en medios oficiales. Esto da lugar a enfrentamientos y a que José Mana Carretero, el conocido escritor como El Caballero Audaz, libelista al servicio del dictador, publicque El novelista que ven­dió a su patria, en el que acusa a Blasco de "estafador, pesetero, putero y agente de Rusia". Era un lenguaje que anticipaba el fascismo.

La constitución de Acción Republicana en 1925 y de Alianza Republicana en 1926 dio alas a los exiliados parisinos que veían cada vez más cerca el fin de la monarquía y del régimen militar.

Entre tanto la fama de Esplá como gran periodista se consoli­da. El crítico literario Gómez Baquero lo saluda como "un observador perspicaz y escritor de ágil y expresiva pluma".

En 1925 comienza a colaborar en El Liberal y El Heraldo, y en años sucesivos en La Voz, El Sol, Crisol y La calle, además de ser asiduo en Hojas Libres, periódico que dirigía en Hendaya Eduardo Ortega y Gasset, y que vino a reemplazar a España con honra como portavoz de los exiliados españoles.

En 1927 es reconocido en los círculos políticos y literarios como un gran escritor y El Heraldo de Madrid le dedica un amplio reportaje en el que se aprecia su talento literario y su talante liberal. En 1928 muere Blasco Ibáñez, amigo y maestro. "Ha muerto en el destierro -escribió Carlos Esplá-. En esta tie­rra francesa que tanto amó hemos dejado la reliquia de su cadá­ver. (...) Su vida fue un ejemplo, pero su muerte lo es también, y nos obliga a rescatar su cadáver, a devolverlo a la tierra de España cuando sobre ella triunfe la República. Yo vi su cadáver, lloré junto a él y lo acompañé en vuestro nombre hasta el cementerio de Mentón. Juramentémonos para traerlo muy pron­to al cementerio civil de Valencia". Era en las páginas de El Luchador, del 13 de Febrero de 1928.