GARCITORAL, Alicio
(En Política, N 18. Enero-febrero, 1996). Por José Esteban
[Gijón, 1902-Quincy, Massachussets, 2003]
Detenerse hoy ante la figura y la obra de Alicio Garcitoral, exiliado desde 1936 y que publicó su primera novela, «Oleaje» en 1929, significa encontrarse con un destacado escritor y un verdadero republicano, desconocido entre nosotros. Nacido en Gijón, en 1902, comenzó desde muy joven sus colaboraciones en diferentes periódicos locales. Socio del Ateneo, inició allí su formación cultural, a la vez que se acercaba a formaciones republicanas. Se trasladó después, muy joven, a Madrid, trabajando en una compañía de seguros, de la que llegó a ser inspector.
Como la mayoría de los miembros de esa generación de la República, cumplió su servicio militar en Marruecos, a finales de 1925, coincidiendo con el desembarco y toma de Alhucemas. Durante 1926, residió en Portugal. Fruto de esta estancia fue «Notas sobre Portugal» (1928), eliminado hoy por el autor de sus Obras Completas. Vuelto a España publicó «Breviario de la dictadura» (1929), libro extraño, difícil, en el que trataba de defender una República con plenos poderes.
Se iniciaba al mismo tiempo su vida política. Adscrito al Partido Republicano Radical Socialista, llegó pronto a ser secretario de actas de un distrito, secretario de distrito más tarde y Secretario del Comité Ejecutivo del Partido en Madrid. Colaboró al tiempo con Marcelino Domingo en el seno del Comité Ejecutivo Nacional. Aparecieron entonces, 1930, «La ruta de Marcelino Domingo», uno de los pocos libros dedicados al dirigente y ministro de la Segunda República, e «Italia con camisa negra», uno de los primeros ensayos españoles sobre el pujante fascismo italiano.
Participó ese mismo año en el levantamiento revolucionario de diciembre, con Sánchez Guerra, siendo apresado. Al llegar la República fue nombrado gobernador civil de Cuenca (agosto, 1931), cargo del que dimitió a finales de 1932. Esta inolvidable experiencia se concretó en la novela «El crimen de Cuenca» (1932), que apareció en edición limitada. Ocupó después otros cargos, tales como Secretario Político del Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio y, en 1933, marchó a Buenos Aires como delegado de la República con la exposición del libró español en Argentina.
Iniciada la guerra civil, salió de España, pidiendo en Ginebra la intervención pacífica de la Amércia de habla española. Radicado más tarde en Buenos Aires, comenzó sus colaboraciones en diferentes órganos de prensa. Actualmente, reside en Boston, desde donde, y a pesar de su alta edad, lleva a cabo una apasionante labor de escritor y propagandista de los ideales republicanos, vistos desde una óptica muy personal. Ya desde 1934, se declaró republicano independiente.
Su obra literaria, iniciada como decimos en 1929, ha continuado durante su largo y casi exasperante exilio, con ensayos políticos e históricos en busca de las raíces y el problema de España, y todo ello a espaldas de sus paisanos, que le ignoran, y a pesar de que su nombre diga muy poco a los españoles de hoy.
Según sus propias palabras, su verdadero testamento para sus paisanos es su libro voluminoso «La edad democrática», desconocido e ignorado, pero del que su autor espera pronto una gran repercusión.
Desde su exilio nos llegan de vez en cuando sus cartas colectivas, noticias de sus libros, de su incansable actividad. Recientemente un folleto titulado «España y República», donde se afirma en su obsesión y necesidad de una República para España y donde leemos cosas tan sensatas políticamente como éstas: «La República la impone la propia España cada vez que ésta se despoja del viejo andador monárquico, que ya no es andador. El sistema republicano no lo para nadie en todo el ámbito mundial; tan es así que las monarquías supervivientes tratan de parecer repúblicas. Pero en España la preparación es necesaria. El punto de arranque verdadero ya lo hemos indicado: los únicos dos años y medio de República (1931-1933)».
De su obra novelística, hoy olvidada, cabría destacar «El crimen de Cuenca», pólítica y social, sin ninguna concesión al lirismo anterior, y testimonio hoy -de un valor irreprochable para el conocimiento y comprensión de lo que fue la República y sus pocas posibilidades de superación. Cumple así «El crimen de Cuenca» la tarea de recoger para los dominios de la literatura, la inspiración de una época de la historia de España llena de dramático interés y de sugestiones inolvidables. Como un adelanto de la historia, esta novela refleja el ambiente y la atmósfera que generaron el movimiento que hizo compatible al pueblo con las instituciones tradicionales.
Incluido por Gonzalo Santonja y yo mismo como novelista social, publicamos en nuestro estudio antológico «Los novelistas sociales españoles (1928-1936)», su novela corta «La fábrica» relato fuerte, de trazado lineal recuerda a un guión cinematográfico y que,-a pesar de algún esquematismo, podemos considerar como una pequeña joya de la literatura social y revolucionaria del momento.
¿Cómo hubiera sido la obra de Garcitoral en otras circunstancias? No dudamos en afirmar que importante y significativa. Nuestros juicios se refieren solamente a la producida hasta sus primeros treinta y dos años. Pero, a pesar de todo, ahí quedan sus antológicas páginas como una muestra incontestable de un escritor ante su destino, que debió haber sido republicano. Y nuestro recuerdo al quizá más viejo de nuestros exiliados, como testimonio de admiración de una vida entregada al trabajo y a la hoy olvidada y aún denostada utopía.