LABRA, Rafael María de

(En Política, Nº 58. Septiembre-octubre, 2005). Por José Esteban

[La Habana, 1840-Madrid, 1918]

Hijo de un liberal doceañista, que participó en el levanta­miento de Riego, el gran reformador de la educación nacional que fue don José María de Labra se consideró siempre heredero de aquellos viejos liberales. "Yo soy así de docea­ñista. Soy hijo de un doceañista fervoroso y me he educado en la península entre doceañistas". (1). En la Universidad Central estudia Filosofía y Letras y Derecho destacando muy pronto por sus facul­tades oratorias. A los veinte años consigue el título de abogado, a la vez que estudia varios idiomas y asiste a las clases de oratoria que imparte, en el Ateneo de Madrid, Alcalá Galiano, donde ingresa como socio el 15 de noviembre de 1857, con el número 1769.

La formación de este republicano se debe a esta institución, en la que ocupó diferentes cargos hasta llegar a Presidente en dos ocasiones.

Murió de una grave enfermedad pulmonar en Madrid, el 16 de abril de 1918.

Su entierro constituyó una impresionante manifestación de duelo del pueblo de Madrid. Asisten los más altos cargos de la política, de las artes y de la literatura, y entre ellos Manuel Azaña en representa­ción del Ateneo de Madrid y se pone un crespón negro a su retrato al óleo que figuraba en lugar preferente de su significada biblioteca.

A lo largo de su vida política lucha por cuatro ideales fundamenta­les: el triunfo de la república, de la libertad y de la democracia en España, el de la autonomía colonial y abolición de la esclavitud, y el de una política pedagógica que hiciera posible una España culta que entrase a formar parte de los pueblos europeos más cultos."(...) soy un liberal, después un demócrata y por último un republicano". (2).

Tres términos que sintetizan su ideario político; tres conceptos suficientes para hacerse una idea global de su actuación política.

El espíritu de la revolución de 1868 va a ser clave para orientar su trayectoria política y cultural, y tanto más en cuanto esta revolución se encontraba ligada al krausismo, doctrina que conoce de primera mano y por boca de sus principales figuras. Así, desde la revolución de Septiembre a 1874 pertenece al partido radical. En 1873 vota, con todo el partido, por la República y desde entonces hasta su muerte se manifestará como fervoroso republicano. Se encarga, junto a Chao, Pedregal, Canalejas y Soler de redactar el proyecto de Constitución, siendo ya Pi y Margall Presidente. Se opondrá al movimiento canto­nal en defensa de la joven República y en el conflicto entre Castelar y Salmerón se decantará al lado de este último, censurando la inclina­ción conservadora del primero. Será también de los últimos en abandonar el Congreso, ante el asalto de Pavía y está dispuesto a marchar a Zaragoza para organizar la resistencia legal.

Caída la República y ante el hecho consumado de la Restauración borbónica, se dedica a reorganizar el partido republicano y a unir radicales y republicanos, bajo un programa mínimo común para lle­gar a la implantación de una República democrática, alejada del conservadurismo de Castelar. Inspira así el periódico El Pueblo, de Ariño, y protege La Unión de Sánchez Pérez.

Será también uno de los fundadores de la Unión Democrática, que publica un manifiesto el 19 de abril de 1879. (3). Lo forman radicales y republicanos, y lo apoyan Figueras, Ruiz Zorrila, Salmerón, Martos y Figuerola. Para la defensa de esta Unión se funda El Tribuno.

En el año 1886 milita en la Unión Republicana Reformista, con Salmerón, Azcárate, Ruiz Zorrilla y Altamira. Esta Unión se escinde en 1887, por diferencias en los métodos de acción. Se crea entonces la Conjunción republicano-socialista, pero Labra no quiso ingresar y mantuvo su especial significación puramente republicana.

En 1890 pasará a formar parte del partido Centralista de Salmerón y Azcárate y posteriormente del partido de Concentración Republicana. Finalmente simpatizó con reformis­tas de Melquíades Alvarez (1912) hasta que a causa del viraje que tomaban hacia la monarquía se apartó de ellos.

La trayectoria republicana de Labra está basada en principios generales fieles al dogma democrático y tiende a no militar en ninguna acción republicana, preocupado únicamente en la unión de todos los demócratas.

Quizá por ello no aspira a ser, dentro del republicanismo, "más que un soldado de fila" (como él mismo dijo), alejado de los asuntos de la alta dirección del partido y se considera carente de medios y autoridad para constituirse en jefe de grupo.

Como republicano se muestra, igual que en otros aspectos de su vida, radical en sus ideas y más moderado en los procedimientos. Entre las dos vertientes en que se orienta el republicanismo español, el extremismo revolucionario y el partido evolucionista con un pro­grama moderado de reforma social, Labra se sitúa en esta última corriente. Estaba íntimamente convencido de que la república era el mejor gobierno y la forma más apropiada a la democracia. Sin embargo admitía otras formas de gobierno, siempre que se respeta­ran los derechos individuales y la soberanía nacional.

Sintió un profundo y ejemplar respeto hacia otros partidos y otras formas de pensar. García Prieto, siendo Ministro de Gobernación, se dirigió al Senado en estos términos: "(...) el Sr. Labra, a pesar de sus ideas republicanas, a pesar del radicalismo de sus pensamien­tos, siempre los expresó, siempre los expuso con tal dominio de frase, con tal respeto para las doctrinas y para las ideas ajenas, que era, permitidme que lo repita, porque tuve el honor de decírselo muchas veces, un republicano verdaderamente peligroso, porque esos son, señores senadores, los que verdaderamente hacen daño, esos son los que con la pureza de la frase, con la cortesía en la forma, con la suavidad en el concepto, pueden infiltrarse en la con­ciencia pública, que cuando las voces son las que sustituyen a las ideas es muy difícil defenderse de los adversarios políticos".

Rafael María de Labra, hay que decirlo, fue siempre fiel a su ideal republicano. Después de cuarenta y cinco años de lucha, morirá abrazado a él con la misma fe y entusiasmo de los prime­ros días. Como dijo Romanones, fuera del republicanismo en el que quiso vivir y morir. Labra habría podido ocupar altos puestos de la política española. Varias veces se le propuso ocupar un alto puesto en el Gobierno por Castelar, Canalejas y García Prieto. Éste último le ofrecerá el Ministerio de Instrucción Pública, pero Labra no lo aceptó por fidelidad a sus ideales republicanos.

NOTAS:__________________________________________

1. Rafael María de Labra, América y la Constitución de ¡812. (Las Cortes de Cádiz de 1810-1813). Estudio histórico crítico. Madrid, 1914.

2. Diario del Senado. Núm. 56, 4 de noviembre de 1910. Pág. 834. Labra.

3. El manifiesto proclama: "1°. La unión de todos los republicanos, a la manera de la liga Inglesa, sobre las bases comunes del tít. I de la Constitución de 1869, las Cortes Constituyentes y la República: 2°. La acción unánime y directa para el fin común, y 3°, el aplazamiento de los trabajos particulares de los partidos republicanos para después de establecida la República".