RUIZ-FUNES, Mariano
(En La Verdad de Murcia, 5/12/2003). "Un jurista murciano en el gobierno de la II República". Por Isabelo Herreros
[Murcia, 1889-Ciudad de México, 1953]
Cincuentenario de su muerte en el exilio. (publicado en el diario La Verdad de Murcia el día 5 de diciembre de 2003). En fecha reciente se cumplieron cincuenta años de la muerte, en su exilio de México D.F., del ilustre penalista español don Mariano Ruiz-Funes, a los 64 años de edad, cuando aún tenía proyectos docentes por realizar en la UNAM, y varios libros en cartera. La causa de la defunción, la fundamental, fue el desgarro de un exilio tras el traumático final de la II República, el régimen político al que había servido como diputado y como ministro. Todo su talento político y su sabiduría como eminente jurista fueron puestos, desde su juventud, al servicio de la transformación radical de España, proyecto encarnado por el republicanismo a cuyas filas se incorporó en los años difíciles de la Dictadura de Primo de Rivera. En su paso a la política activa tuvo mucho que ver un amigo, el también penalista Luis Jiménez de Asúa, exponente en las filas del socialismo de una misma cultura racionalista y institucionista, heredera del krausismo.
Cuando nuestro personaje falleció en el exilio el poeta español Juan Rejano, también exilado, escribió:
“Yo sé que en su Murcia natal, en esta hora aciaga, lo estarán llorando los huertos maduros que a la verde orilla del Segura exhalan su perfume. Y sé también que en la España liberada de sombras que el ya no podrá ver, habrá un hálito de memoria para su bondad y su fidelidad de origen. Que ningún español de los que en el destierro caen, si supo vivirlo con honrado ánimo, dejará de tener un fuego votivo en la patria futura.”
Por suerte para ellos, ni el jurista ni el poeta, alcanzaron a conocer la desmemoria, el manto de olvido, con que se cubrió al exilio republicano español a partir de la transición del olvido y las claudicaciones. En algunos casos, como el de Ruiz-Funes, no han podido borrar su memoria, y su obra como penalista ha permanecido en la mayoría de las universidades latinoamericanas. Su obra es ingente y aún hoy son alumnos suyos quienes imparten las mejores clases de Derecho Penal al otro lado del Atlántico.
Como glosario de su vida y obra escribió un murciano, el también jurista Julián Calvo, que: La justicia y la libertad fueron sus dos altas pasiones. Por ellas vivió y sufrió. Por ellas le hemos perdido prematuramente.
Había nacido Mariano Ruiz-Funes García en Murcia en el 24 de Febrero de 1889 y fue encaminado por sus mayores hacia los estudios de Derecho, carrera que finalizó en la Universidad de Madrid en 1909, doctorándose en la misma Universidad en 1912.
Aunque ejerció la abogacía fue profesor de Derecho Penal de la Universidad de Murcia desde 1919, si bien antes obtuvo el premio extraordinario de Doctorado con una tesis titulada El derecho consuetudinario en la huerta y el campo de Murcia, y que estaba plenamente inmersa en la gran corriente historicista que en España promovió Don Joaquín Costa. Reelaborada posteriormente, con el titulo Derecho Consuetudinario y economía popular de la provincia de Murcia, le valió el Premio de la Academia de Ciencias Morales y Políticas en 1914. En la Universidad de Murcia, en la que fue catedrático desde 1925 , fue Decano de su Facultad de Derecho y también Vicerrector. En Murcia vio la luz su primer libro: Las ideas penales de Anatole France, editado en 1926 y que nos ilustran acerca de una constante en la vida de nuestro personaje, la pasión por la literatura. De esa pasión también nos da idea el inventario de su biblioteca privada, de su casa en Murcia, incautada en 1939 por los vencedores y que aún se encuentra en poder del Estado, sin que haya sido devuelta a sus familiares.
Años más tarde obtuvo uno de los premios mas prestigiosos de la época, el “Lombroso” (1927), otorgado por el Archivio di Antropología Criminale de Turín, y que vino a reconocer una aportación científica con resonancia en todo el mundo, y que fue su investigación La criminalidad y sus secreciones internas, que más tarde, en edición definitiva, publicaría con el titulo Endocrinología y criminalidad.
La obra de Ruiz-Funes en el Derecho Penal es ingente y sobre la misma se han escrito varios libros en los países en que su influencia fue mayor, como México, Republica Dominicana, Cuba, Argentina y Brasil, país en el que fue distinguido en 1947 con el Premio Afranio Peixoto, por su obra Criminología de guerra. Pero si es de lamentar el escaso conocimiento que existe en España de la vida y obra de Mariano Ruiz-Funes, aún es más lamentable que se desconozca que buena parte de los fundamentos en que que se asientan figuras delictivas como el genocidio, o la definición de banda criminal en el ámbito del Derecho Internacional, fueron aportaciones y estudios del jurista murciano. Cuando se constituyó en Nuremberg el Tribunal que juzgó los crímenes del régimen nazi Mariano Ruiz Funes ya había realizado, desde 1941, documentados trabajos acerca de “Las responsabilidades penales de la guerra”, aportando un enfoque jurídico penal basado en sus estudios de psicología y sociología criminal. Se adelantó al intuir que la II guerra mundial no iba a concluir con un armisticio o tratado:
“es necesario anular, en relación con ella(la guerra), los métodos jurídicos tradicionales para la terminación de los conflictos bélicos, el armisticio o el tratado. Entre la paz concertada y la lucha militar agotada, debe haber un periodo intermedio que prepare la primera. Diríamos, en términos científicos, nada de postliminiun, de subjugation. Ese periodo es el adecuado para la exigencia y liquidación de las responsabilidades- penales. Dichas responsabilidades tienen varios titulares. En Italia y en Alemania han delinquido los miembros del partido único, con conductas individuales o plurales, que se desenlazaron en la comisión de crímenes comunes.
Muchas fueron las aportaciones en el campo de la criminología de Ruiz Funes en los años en que desempeñó la enseñanza en España, donde a su obra original hay que añadir traducciones, con documentados prólogos de obras como El Suicidio, de Emile Durkheim o Italia y el fascismo de Sturzo.
Pero volvemos al político que se incorporó a las filas del azañísmo, primero en Acción Republicana, y desde 1934 en Izquierda Republicana. Formaba parte de la minoría de hombres y mujeres a los que Manuel Azaña consideraba con capacidad para la acción política legislativa y de gobierno. Precisamente en las Cortes de 1931 jugó un destacado papel como representante en la Comisión constitucional por Acción Republicana. Por entonces era un perfecto desconocido en Madrid y por ello bromeaba con su amigo Jiménez de Asúa, también ponente, acerca de que en los diarios de sesiones del Congreso los taquígrafos anotaban sus intervenciones a un tal señor Ruiz, por desconocer no solo al jurista sino la circunstancia de que su apellido era compuesto.
La relevancia de Ruiz-Funes como parlamentario la podemos constatar, no ya con la lectura de los diarios de sesiones, sino con la lectura de los diarios de Azaña, donde son frecuentes las citas a la capacidad de Ruiz-Funes y donde queda de manifiesto el importante papel desempeñado en las reformas del primer bienio republicano, tales como el establecimiento del Estado laico, la Ley de Reforma Agraria y el Estatuto de Cataluña; también fue el ponente de la Ley de Vagos y Maleantes.
La autoridad conseguida en el seno del Grupo Parlamentario de Acción Republicana, integrado en su mayoría por diputados que eran catedráticos de Universidad o eminentes juristas, le llevó a ser elegido en 1933 Vicepresidente Nacional del partido azañista. Durante el llamado bienio negro republicano regresó a la docencia universitaria, si bien no había dejado de escribir y publicar durante 1931 y 1932. De aquellos años son obras como Psicología y critica del testimonio y Progresión histórica de la pena de muerte en España. En las elecciones de Febrero de 1936 resultó electo diputado por Bilbao y, en el Gobierno que formó Manuel Azaña, le fue encomendado el Ministerio de Agricultura, en donde, con una celeridad tremenda, impulsó las reformas estancadas durante el gobierno de las derechas. Era una de las tareas más difíciles, en una España con mayoría de población rural y con una conflictividad creciente. También fue un papel difícil el siguiente ministerio, una vez comenzada la sublevación, nada menos que el de Justicia, en donde realizó un esfuerzo tremendo para mantener la autoridad del Estado y someter al imperio de la Ley a grupos y colectivos que hacían, no solo la guerra por su cuenta, sino que se tomaban la justicia por su mano. De Septiembre a Noviembre, en que sale del gobierno, fue determinante su actuación para acabar con la represión incontrolada. Su prestigio de hombre moderado, de humanista, queda también de manifiesto al figurar en el Ministerio, de hombres de paz, que desde la prisión de Alicante propuso José Antonio Primo de Rivera. No finalizó ahí su carrera política y, también por indicación de Manuel Azaña, sería nombrado embajador de la República primero en Varsovia y después en Bruselas, donde le sorprendió el final de la guerra. Después el exilio, desgarrador, pero fecundo para la docencia y para su ingente obra de penalista, con aportaciones también al Derecho penitenciario y también al Derecho Penal y los menores. Las limitaciones de espacio me obligan a concluir estas lineas que quieren rendir un homenaje a tan ilustre hijo de Murcia y que espero que sirvan para excitar el ánimo de sus paisanos y también de las instituciones, Ayuntamiento, Comunidad Autónoma, y Universidad, para que su memoria sea recuperada en la forma que estimen conveniente.