Pilar Merino mira con cariño una foto suya junto a Amable García

Pilar y Amable: los zamoranos que se dieron su primer beso durante un consejo de guerra

Una historia de 78 años de matrimonio de esta luchadora pareja que se conoció durante su detención en Zamora y que comenzó su relación mientras se encontraban encarcelados en Valladolid.

Pilar Merino mira con cariño una foto suya junto a Amable García
Pie de foto: Pilar Merino mira con cariño una foto suya junto a Amable García (Foto: Diana Serrano).

Todavía hay historias por ahí que bien merecen una película. Relatos vitales que podrían protagonizar uno de los últimos estrenos de Netflix o convertirse en un best seller. Y una de estas historias tiene protagonistas zamoranos: Pilar Merino y Amable García. Una pareja que ha vivido 78 años de feliz matrimonio y cuya historia de amor comenzaba entre las rejas de la cárcel durante la dictadura franquista. 

Las vidas de Pilar y Amable se cruzaron incluso antes de conocerse. Como si el destino tuviera planes para la pareja, sus historias se vieron unidas por la desgracia con el estallido de la Guerra Civil y el fusilamiento de sus padres entre Toro y Zamora. Pilar Merino tiene ahora 96 primaveras (a punto de cumplir 97 a principios de octubre), pero aún recuerda con nitidez multitud de detalles sobre este pasado oscuro de nuestra historia reciente y sus lágrimas aún brotan en sus preciosos ojos azules al acordarse de su papá. Higinio Merino era un reputado relojero, que trabajaba en la joyería que su familia tenía muy cerca de la Plaza Mayor de Zamora. No escondía sus tendencias políticas por ello era el presidente en Zamora de la Izquierda Republicana, el partido de Manuel Azaña. Y fue precisamente esa militancia activa la que hizo que el 25 de julio de 1936 el bando sublevado detuvo al padre de Pilar y nunca más volvieron a verle. En una charla con EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León, esta mujer aún se emociona al recordar la muerte de su padre y se pregunta: “¿Por qué a mi padre? Solo era un joyero y además presidente de la Coral Zamorana, pero nadie movió un dedo por él”. Una triste suerte que también correría el padre de Amable, que como vocal de Izquierda Republicana en Zamora terminó también asesinado por los nacionales el mismo día. 

Esa sería la primera conexión entre la pareja. Pero no la última. Y es que unos años más tarde, sobre 1940, una joven Pilar (que apenas contaba veinte años) se encontraba en el mercado comprando con dos amigas (militantes del Partido Comunista Republicano) y terminó detenida por la Policía Armada, acusada también de ser republicana, como sus dos amigas. “Yo no era de ningún partido, mi madre, mis hermanas y yo nos habíamos alejado de la política tras la muerte de mi padre”, recalca Pilar en el soleado patio de la residencia El Molino de Coreses, donde vive actualmente. Pero como sus amigas eran “muy de izquierdas” dieron por supuesto que ella también era militante. Pero la realidad es que Pilar recibía clases de Física y química de una de ellas, que ayudaba gratuitamente a algunas chicas que habían suspendido la materia; y la otra era hija de un jefe de Correos que había sido fusilado la misma noche que el padre de Pilar. Pues esa noche de su detención, mientras Pilar hablaba con su madre para averiguar de qué se le acusaba llegaba también detenido Amable, junto a su amigo Joaquín, que sí eran militantes comunistas ya por aquel entonces. “Yo no me hablaba con él, porque era muy antipático y no miraba a ninguna chica”, recuerda entre risas Pilar. Pero al final sí la miraría, pero durante toda su vida.

Mes y medio pasarían Pilar y Amable en la Cárcel Provincial de Zamora (que era mixta), para luego ser trasladados a Valladolid. Una vez allí, Pilar pasó a estar solo con reclusas, unas 23, y una de ellas a punto de dar a luz. La zamorana aún recuerda que fue ella misma la que llevó al niño en brazos con las demás presas. “Cuando llegué, dije que yo iba a ayudar a traer ese niño al mundo, y un día que los militares se me llevaron para hacerme unas preguntas, a la vuelta acababa de nacer y yo llevé al bebé en brazos”, relata. Y es que la vida se abría paso, incluso entre las rejas del penal. Fue entre los muros de la cárcel de Valladolid donde se dieron los primeros acercamientos, aunque no literales, de Pilar y Amable. Cuenta la zamorana que “un chico muy guapo de Madrid” era el encargado de proporcionarles la ropa limpia, y “todas estaban locas por él, pero solo preguntaba por mí”. Y un día las chicas, “hartas” de que solo preguntara por Pilar le preguntaron, a lo que el joven madrileño respondió: “Porque me tiene negro Amable para que controle sí Pilar está bien. No deja de preguntar por ella”. Y es que resulta que ese hombre “antipático” que la zamorana recordaba resulta que se preocupaba por ella y mucho. 

El primer beso durante un consejo de guerra

Tras un tiempo en la cárcel vallisoletana, Pilar conseguía la prisión atenuada y solo debía ir los fines de semana a firmar a la cárcel. Por aquel entonces solo podía comunicarse con Amable por carta, mientras trabajaba en la tienda que su madre había conseguido abrir en la plaza Zorrilla de Zamora (donde estaba la zapatería Seisdedos). Y precisamente estando allí, un día, un comisario se presentaba en el establecimiento para llevarse a Pilar de vuelta a la Cárcel de Valladolid. “Una amiga tuya te ha acusado de varios delitos y tenemos que detenerte”, le comunicaron. Según recuerda Pilar, una presa llamada Magdalena la había acusado de una larga lista de delitos políticos que la enfrentarían a un consejo de guerra.

Y así fue. La defensa de Pilar la realizó “un abogado que hacía la mili en Monte La Reina”, de apellido Álvarez de Toledo y que se quedaba sorprendido al conocer la lista de cargos que pesaban sobre la joven Pilar. “Pero como has hecho todo esto”, recuerda que le dijo. Pero Pilar defendió su inocencia y aseguró que “yo solo salí y me puse a trabajar en la tienda de mi madre, no me he metido en nada”. Y en un sorpresivo giro de guion, como si de nuevo una película se tratase, el mismo día que iba a comenzar el consejo de guerra, otra presa llamada Florinda confesaba al abogado que todos los delitos de los que se acusaba a la zamorana los había cometido ella. Pero ya era demasiado tarde. Así que Álvarez de Toledo solo pudo prometer a Pilar que intentaría que los militares le concedieran la redención por todos los medios. Durante el juicio, la zamorana recuerda que el letrado pedía clemencia para la joven Pilar a lo que uno de los militares respondió “no hay que tener misericordia con esa gentuza, son unos indeseables”. Aún hay indignación en las palabras de Pilar, que recuerda haber estudiado con alguno de esos militares que aquel día la llamaban “indeseable”. Pero Álvarez de Toledo se encaraba con los militares y les espetaba: “Si no puedo pedir clemencia para esta mujer, puede decirme usted que significa ese crucifijo encima de la mesa“, recuerda Pilar con absoluta claridad.

Tras su juicio y el de sus compañeros, incluido su querido Amable, Pilar y sus amigos encarcelados esperaron en el patio a las sentencias de cada uno. Y en ese momento, donde sus vidas pendían de un hilo, sin saber si serían fusilados o pasarían varios años en algún penal, sus camaradas se las ingeniaron para dejar solos a Pilar y Amable para que, por fin, se dieran ese primer beso que tanto merecían. Y allí, en el patio de la Cárcel de Valladolid, “frente a decenas de grises que no dejaban de mirarnos y sonreír” estos zamoranos se besaban por vez primera. 

Pasado el romántico momento y de vuelta a la cruda realidad, Amable fue condenado a cinco años de prisión, mientras que Pilar a tres. Él fue enviado con recomendación de un maestro al Penal de Burgos, mientras que ella se quedó inicialmente en Valladolid. “Solo nos quedamos Magdalena y yo de mujeres, el resto fueron liberadas, incluso la que me había acusado”, se lamenta la zamorana. Y es que todas ellas ya habían cumplido dos años de prisión antes de ese consejo de guerra. Durante este tiempo una monja, sor Felicidad Díaz de Tueste, era la encargada de llevar y traer a las presas por el penal. Y daba la coincidencia de que esta religiosa guardaba muy buena relación con Amable, por lo que Pilar aprovechó la situación para solicitar que intercediera por ella y fuera trasladada “a un cárcel de políticas”. Así, Pilar llegó a la Cárcel de Ventas, donde relata que no coincidió en tiempo con las famosas Trece Rosas, “pero sí con dos de sus novios”, que también terminaron fusilados. 

Durante su reclusión en Madrid, Pilar continuaba su noviazgo por vía epistolar y dado que sus cartas eran controladas, debían simular que eran hermanos. Pero tal era el cariño con el que Amable escribía a Pilar que un día la directora de la Cárcel de Ventas llamaba a su despacho a la zamorana para hablar precisamente de sus misivas con su amado. “La directora me dijo que sabía que Amable no era mi hermano y yo admití que era mi novio”, detalla Pilar. Y fueron las intensas palabras de amor de Amable las que lograron ablandar el corazón de la directora de la prisión que, pese a la confesión de Pilar, permitió que la pareja se siguiera escribiendo, eso sí, una vez por semana y en formato de postal.

Tres años de reclusión que se culminaron el día que Pilar llegó a Zamora en el coche de línea y allí le esperaban sus hermanas, su madre y, por supuesto, su querido Amable, que había salido de la cárcel antes que ella, gracias a los indultos que el gobierno franquista había otorgado en 1963 por la visita del papa Pablo VI a España. “Todos subimos a casa de mi madre aquel día. Y yo, que siempre me gustaba gastarle bromas a Amable, años después le decía que no tenía derecho a subir que no me había pedido ni la mano, a lo que él me contestaba: Y nunca más volví a bajar, recuerda una emocionada Pilar. Una pareja que tuvo que luchar con uñas y dientes por mantener su amor y sacar adelante sus vidas, con lo que implicaba por aquel entonces ser conocidos como comunistas rojos. Y es que tras su salida de la cárcel, Pilar y Amable tuvieron que mudarse a Gijón para que este consiguiera un trabajo en Tabacalera. Una vez más gracias a la monja vallisoletana sor Felicidad Díaz de Tueste, la cual volvía a interceder por Amable para que confiaran en él y le dieran un empleo. “Un día, un amigo del jefe le dijo que tenía que despedir a Amable porque era un comunista“, relata Pilar. Ese era el pan de cada día para aquellos que tenían pensamientos de izquierdas. Pero Amable tuvo suerte. “Su jefe le defendió y dijo que era la persona más amigable que había conocido y quería tenerlo a su lado”, recuerda la zamorana. De hecho, no ha sido hasta septiembre de 2020 cuando la Ley de Memoria Democrática anulaba las sentencias dictadas por el gobierno franquista contra la pareja. Una noticia publicada por EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León, y que Pilar tiene colgada con orgullo en la pared de su habitación en la residencia. Porque aunque hayan pasado muchos años, para quienes sufrieron estos consejos de guerra “completamente injustos” es importante que se resarza su nombre.

Una anulación que Amable García pudo ver antes de su fallecimiento en febrero de este mismo 2021 a los 98 años de edad y aún como militante activo de Izquierda Unida en Zamora. De hecho, en 2015, Amable cerraba la lista municipal de la formación que ganaba por primera vez las elecciones municipales en el Ayuntamiento de Zamora y mantenía su militancia en el Partido Comunista desde 1945. Pilar, también simpatizante de la formación, agradece mucho el cariño que siempre ha recibido desde IU Zamora. “En las comidas y encuentros a los que íbamos siempre me ponían La Internacional porque sabían que me gustaba mucho”, recuerda emocionada. Y es que Pilar reconoce que sigue muy informada de todo. Ve la tele y lee los periódicos a diario para enterarse de la actualidad política local y nacional. Se enfada por las críticas a Pedro Sánchez y reconoce que se disgustó mucho cuando Cayetana Álverez de Toledo acusó a Javier Iglesias (padre de Pablo Iglesias) de haber sido terrorista por su militancia en el FRAP que operó en la Transición

Artículo original Diana Serrano https://www.elespanol.com/

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