Artículo de Sonsoles Arnao para La Tribuna de Toledo
En estos tiempos de medianías intelectuales, de infames políticos, de amnesia interesada y un porvenir derrotado, merece la pena detenernos a conocer y reconocernos como país en los ecos de aquellos hombres y mujeres que soñaron una España que no llegó a ser. Si acaso en la diáspora republicana, una tercera España que habitaron y de la que hicieron su patria, la del exilio. Como quijotes eligieron soñar y vivir, la luz a las sombras, la belleza al odio, la verdad al silencio ignorante que vino después. Y el amor. Eligieron amar, incluso a la tierra que les expulsaba. Desde la tragedia del poeta al entusiasmo de la filósofa, hay un legado cultural del que nunca hemos querido ni sabido sentirnos orgullosos. España y su pereza con el saber y la libertad.
Se cumplen 80 años de aquel
destierro y la Asociación Manuel Azaña nos ofrece desde Talavera de la
Reina, la oportunidad de acercarnos y mirar esos ecos del exilio durante
este mes de octubre. La exposición ‘Don Quijote en el exilio’ recorre
de la mano del pintor Augusto Fernández y el poeta León Felipe, una
muestra de aquellos escritores, artistas, científicos, filósofos,
periodistas, y de aquellas. Mujeres libres destinadas a ser referentes
en una sociedad que aspiraba a la modernidad y el cambio social. Y los
días 7 y 8 el Congreso ‘80 años después’, dedicado al compromiso
republicano de talaveranos y toledanos exiliados. Se recupera la memoria
del exilio de nuestros paisanos que desde la medicina, ingeniería y
política dibujaron esa otra España con la que soñaban.
«Lo
substantivo del español es la locura y la derrota…»- escribió León
Felipe en El payaso de las bofetadas – «y Don Quijote está loco, y
vencido…desterrado además…». El exilio interior que representa el
Quijote como alegoría de la España errante que representaban estos locos
soñadores transterrados desde un país que les negó a ellos y se negó
asimismo la fortuna de cambiar, avanzar y superarse. Hoy sabemos que el
exilio no solo empujó españoles a cruzar el Atlántico y pasar la
frontera europea, si no que arrebató a este país el afán investigador,
artístico y creador.
En estos tiempos confusos, en los que se imponen
las sombras, el odio y la ignorancia, y se pervierten las palabras,
merece la pena conocer aquella España. La de los hombres y mujeres que
nunca volvieron porque nunca se fueron. Y que sintieron el exilio como
«un lugar privilegiado para descubrir la patria».