Visto en perspectiva, analizando a cada uno de los personajes, hoy en día parece un disparate; pero situemos la idea en el contexto de la transición. Suárez barajó, entre otros proyectos, trasladar a España los restos de Azaña y enterrarlos en el Valle de los Caídos. Pero como cabía esperar, la viuda del ex presidente de la República no estaba de acuerdo. De todos modos, cuando la visitó Juan Carlos I en uno de sus viajes a América se mostró cordial. El Rey le dijo a la esposa de Azaña que su marido formaba parte de la historia de España formaba como él mismo. Y ella le replicó que Azaña estaría contento del nuevo panorama de España.
Este asunto permaneció oculto y desconocido durante docenas de años, hasta que, en 2017, una periodista de El Mundo pudo acceder a datos significativos. Curiosamente, retornar los restos de Azaña planteaba un problema de protocolo. Si Alfonso XIII, rey perjuro, retornó en un buque de guerra y se le rindieron honores propios de Rey y Jefe de Estado, ¿qué tratamiento se le haría a Azaña y con qué bandera.
La vieja idea de Suárez fue recuperada durante su mandato por José María Aznar. En principio se creía que el hombre de dijo “Paz, piedad, perdón” cerraría para siempre la puerta de la memoria del pasado; pero la cosa no era tan sencilla, mientras quedasen en las cunetas cientos de víctimas de la guerra civil. La idea de UCD encajaba, en su tiempo, y era más creíble que la del PP. Pero del asunto se habló. La periodista Lucía Méndez, autora del reportaje publicado por El Mundo el 2 de julio de 2017, averiguó y pudo confirmar que Suárez llegó a ponerse en contacto con la viuda de Azaña, Dolores Rivas Cherif, que residió en México hasta su fallecimiento en 1993. Como era de esperar no mostró entusiasmo con la idea por fidelidad a la memoria de su esposo.
En 1978, el gobierno de Suárez concedió a Dolores de Rivas una pensión, y ella, como destaca Lucía Méndez, como depositaria del legado del presidente de la República, asumió la legitimidad del régimen democrático español durante una visita de los Reyes a México. Sin embargo, rechazó la idea que le planteó Adolfo Suárez para trasladar los restos de su marido desde el cementerio de Montauban -el pueblo de los Pirineos franceses en el que está enterrado el último presidente de la República- al Valle de los Caídos. Por cierto, que sólo ex el presidente Zapatero ha visitado este lugar, cuando ya no era presidente.
La idea de Suárez era convertir el Valle de los Caídos en un centro de memoria de las víctimas de la Guerra Civil, pero con carácter distinto al que le dio Franco, no era posible. Azaña fue perseguido por Franco hasta que falleció en 1940, en Francia, apenas acompañado de unos pocos leales. Franco insistió en que fuera entregado por el gobierno francés para juzgarlo y, sin la menor duda, ejecutarlo. Escribe Lucía Méndez: “Los últimos meses de Azaña fueron dolorosos y angustiosos, tanto por su enfermedad, como por la persecución del régimen franquista -que le obligó a cambiar de residencia varias veces- y también por las presiones que sufrió por parte de Negrín para que no renunciara a la Presidencia de la República. Dimitió cuando las potencias reconocieron al régimen de Franco. Durante 40 años, Azaña fue convertido por la dictadura en el mayor enemigo de España”. En la película “Franco, ese hombre” se le llama “intelectual de ateneo”.
Fernando Ramos. mundiario.com