EL ABISMO DEL OLVIDO, de Paco Roca y Rodrigo Terrasa. Bilbao: Astiberri, 2023.

Paco Roca viaja al pasado con El abismo del olvido para recuperar junto a Rodrigo Terrasa (que desempeña una importante labor de documentación y de aportación de ideas) la historia real de Leoncio y de José, ejemplo de las decenas de miles de españoles que fueron represaliados de forma salvaje tras el final de la guerra civil en España. Pero también acompaña a Pepica Celda en su desgarrador laberinto que intenta desentrañar las miserias de un país obsesionado con despreciar su memoria.

Ed. Astiberri

En La Ilíada, Homero nos cuenta cómo Patroclo le reclama a su compañero Aquiles un enterramiento digno tras ser herido de muerte. El hecho de dar sepultura era interpretado como un último gesto para honrar a las personas. Y de esto hace más de veinte siglos. Ya en pleno siglo XX y tras la guerra civil española, el régimen franquista diseñó una política de asesinatos y enterramientos en fosas comunes, sin derecho siquiera a despedida; solo del odio más profundo de aquel régimen ilegítimo, pudo engendrarse la idea de llevar a personas inocentes a la cárcel, de hacerles un juicio falso y sumarísimo y condenarlos a la pena de muerte. De ahí al paredón, el tiro de gracia si fuere menester y ya sólo quedaba lanzar los cadáveres a ese abismo del olvido que fueron las fosas comunes en los cementerios de toda España.

Eso es lo que nos cuentan Paco Roca y Rodrigo Terrasa en este cómic de algo más de 280 páginas. Con el dibujo al que nos tiene acostumbrados el ilustrador valenciano, podemos asistir a algunas historias en primera persona, que van hilvanando el pasado con el presente. Se nos cuenta el comienzo de una exhumación en el cementerio de Paterna, un lugar de esos que consideramos clave históricamente hablando, puesto que en la tapia próxima se calcula que fueron asesinadas más de 2.000 personas.

Uno de ellos fue José Celda Beneyto, figura importante en el libro, que como bien se acredita en nuestra base de datos de Militantes históricos de Izquierda Republicana, fue afiliado en la Agrupación Municipal de Massamagrell (Valencia). José Celda era labrador y tras la guerra civil siguió realizando sus labores sin temor alguno, puesto que no había hecho nada que pudiera resultar perjudicial para él ante el nuevo régimen ilegítimo. Pero desde 1940, igual que sucedió con tantísimas personas, llegó el momento de las venganzas personales, de sacar viejos rencores y un falangista se encargó de detenerlo y ponerlo ante un tribunal totalmente parcial. También detuvieron a su mujer, Manuela. Todo acabó con la condena a la pena de muerte de José Celda y otros tantos compañeros de juicio.

Fue Pepica, la hija de José Celda, la que inició los trámites para exhumar el cadáver de su padre. Tenía información muy exacta de dónde se hallaba su cuerpo enterrado gracias a la información de Leoncio Badía, quien fuera enterrador en Paterna “por obligación” de las autoridades franquistas. Badía era maestro y se había encargado siempre de ayudar a los más necesitados. Como muchos maestros nacionales de la República, cayó preso, pero le fue perdonada la pena a cambio de ejercer de enterrador y callar ante las matanzas selectivas de inocentes que eran fusilados junto a la tapia del cementerio municipal.

Leoncio Badía era una persona de sólida moral y desde el primer momento pensó que aquellos cadáveres no podían caer en la ignominia sin más. Se jugó mucho para tratar de colocar los cuerpos con cierta decencia y orden en las fosas comunes; comenzó a anotar en cuadernos los nombres de los que iban siendo cubiertos por cal y tierra, además de conservar en cestos de mimbre algunos elementos de cada fusilado para que sus familiares pudieran tener algún recuerdo reconocible: mechones de pelo, botones de una camisa, pañuelos. Para una posterior identificación, ideó un sistema que era poner su nombre en un papel y meterlo dentro de pequeños frascos de medicamento, y esconderlo entre las ropas de cada cuerpo.

La labor de Leoncio Badía fue reconocida muchos años después, puesto que se jugó la vida para que las viudas, madres o demás familiares pudieran acceder al cementerio de noche y asear y despedir a sus muertos con algo de honor. Todo esto sucedió hasta que las autoridades de dieron cuenta y encarcelaron a Badía, lo que provocó que su esposa, asustada por las posibles consecuencias de sus actos, decidiera destruir en el fuego toda la información que Badía había ido guardando en un armario de la casa. Esto hizo que se perdiera mucha información, aunque a decir de su hija, mantuvo durante muchos años todo perfectamente memorizado, puesto que había sido una labor que lo llevó casi a la obsesión.

En El abismo del olvido se nos cuenta esto, pero también todo lo que rodea a una exhumación, algo que habremos de agradecer siempre a la Ley de Memoria Histórica que aprobó el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y que, años más tarde, al entrar Mariano Rajoy en la presidencia del gobierno, dejó automáticamente sin presupuesto. Con el último cambio de gobierno en España, se volvió a dotar de presupuesto dicha ley y se están desarrollando de nuevo multitud de exhumaciones por España. Nuestra Asociación se encuentra plenamente implicada en esta labor, como puede verse en nuestra página web en el apartado Memoria histórica.

En definitiva, estamos ante un libro que debería ser de obligada lectura para aquellos que niegan esta parte de la Historia de España. Estamos ante un acto de justicia democrática, de reparación, porque las personas sólo necesitan sacar a sus familiares de ese “abismo del olvido” y darles el pequeño homenaje íntimo que nunca recibieron. Así muchos de nuestros mayores, octogenarios y nonagenarios casi todos, han podido por fin descansar, al saber dónde se hallaban los familiares desaparecidos. Como puede leerse en el epílogo del libro, esta idea rondó durante mucho tiempo la cabeza del dibujante de Arrugas y debemos agradecer a Rodrigo Terrasa por insistirle en desarrollarla, puesto que nos han legado una forma diferente y muy didáctica de acercarnos a un tema a veces tan desconocido como es el de la represión franquista y la exhumación de las fosas comunes.  

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