Artículo de Albert Reig para el Diari de Tarragona
El “ilustre” político y coronel de Caballería Luis de Grandes, debería haber tenido en cuenta antes de replicar a mi artículo “¡Se fue el caimán!” (Diari, 25/10/2019) la demoledora advertencia de Mark Twain sobre la inteligencia de saber callarse a tiempo, y cuya conclusión le ahorro pues no quiero ser ofensivo. ¿Si no es usted cofrade, por qué toma vela? Lee muy mal y de hermenéutica anda fatal. Me dice con inusitada petulancia: “No merece la pena rebatir todas sus afirmaciones…”. Sin embargo, no se resiste a modo de muestra de hacerlo con algunas. Vamos que no le gustó que me refiriera a Franco como un caimán, y con su réplica me demuestra ser completamente lego en la materia.
Yo, sin embargo, voy a hacerlo documentadamente con todas las suyas. El título del artículo no fue “una brillante ocurrencia literaria” mía. Me acusa por ello de “una vulgaridad de mal gusto”. ¿Y yo que creía que era una delicadeza mía tratándose del mayor criminal de Europa del siglo XX en tiempo de paz? (sic). Lea bien. El título evoca una ingenua canción, como ya expliqué, resignificada para referirse a los dictadores cuando hacen mutis por el foro, y que Basilio Martin Patino utilizó con gran arte e inteligencia entre otras evocadoras canciones de posguerra para ilustrar la miseria y vileza de Franco, que se erigió semejante mausoleo bajo el signo de una inmensa cruz (de donde acaba de ser felizmente deshauciado por okupa con pretensiones). Una cruz erigida sobre la sangre y hambre de una España empobrecida y exhausta tras su cruzada, y con la que sellaban la boca los cristianos curas cruzados a los republicanos agnósticos. Todo lo que me cuenta del general Miguel Cabanellas es trivial [1]. No contradice nada, ni aporta nada. El caudillísimo fue elegido tras dos reuniones y amplias discusiones de las que no ha quedado constancia documental, pues el taimado general superlativo ordenó asaltar los despachos de Cabanellas y Mola y confiscar toda su documentación. ¿Por qué cree usted que haría tal cosa? De esos documentos nunca más se supo. ¿Qué querría ocultar tan bravo caudillo? Franco fue elegido para el mando único militar sobre todo gracias al apoyo del general Kindelán que, ingenuo, pensó que era tan monárquico como él y restablecería la monarquía. Tras un hábil golpe de Estado palaciego manipulando el decreto de nombramiento con la colaboración de su hermano Nicolás y Yanguas Messía, pasó a Jefe del Gobierno del Estado para constituirse como Jefe del Estado de facto con poderes absolutos que fue incrementando insaciablemente. Cabanellas dijo lúcidamente de Franco que creería que si se le entregaba España la consideraría suya y no la soltaría jamás. Lo conocía bien al igual que el general Sanjurjo. Franco impidió que se incorporara D. Juan de Borbón al bando sublevado para no correr el menor riesgo de que el legítimo heredero de la Corona de España se convirtiera hipotéticamente en un héroe de guerra y pudiera hacerle sombra, como los muertos que le allanaron el camino (Calvo Sotelo, Sanjurjo, Goded, Primo de Rivera, Mola…) muriendo en tiempo y hora [2]. Decidió el elegido de los dioses ser él el monarca absoluto de España sine die [3]. ¿A mí qué me cuenta de lo que debería haber hecho el general Cabanellas? Hizo lo que hizo, y punto. Yo no ridiculicé a Franco, evoqué: “La imprecisión, vacilaciones y coqueteos políticos de Franco llegaron a enfurecer de tal manera a Mola y al grupo de conspiradores de Pamplona que éstos acabaron llamándole en privado con el mote de “miss Islas Canarias 1936”[4]. Y, como ve, no afirmaba tal uno de esos historiadores “rojos” mal informados empeñados en ridiculizar a Franco, sino un historiador que, presumo, será de su gusto como el nada dudoso Stanley G. Payne. El general Sanjurjo, no yo, dijo que “Franco es un cuquito que va a lo suyito” y que “con Franquito o sin Franquito, salvaremos a España” (testimonio de su piloto Juan Antonio Ansaldo). Es bien sabido que se subió al carro de la rebelión en marcha y que fueron sus compañeros quienes sublevaron las guarniciones en Marruecos asegurándole así un tranquilo aterrizaje para ponerse al mando del Ejército de África. Él no acaudilló nada. Me reprocha haber considerado tonto a Franco (¿?). La realidad histórica es que ingresó en la Academia de Infanteria con el nº 101 de los 300 que ingresaron con él [5]. Como han testimoniado compañeros suyos como Vicente Guarner, sacaba muy malas notas: “Era de los últimos de la promoción, del pelotón de los torpes”. Tres años después obtenía el grado de 2º teniente con el nº 251 de los 312 de su promoción [6]. Una extraordinaria “perfomance”. El que fuera su ministro de Gobernación Camilo Alonso Vega, popularmente apodado como “Don Camulo”, obtuvo el nº 20. No era tonto, obviamente. Que no fuera brillante no lo hace idiota. Franco, conocido íntimamente como “Paquito” y “Cerillito”, aparte de bajito, era astuto, prudente, conocía bien las debilidades humanas y dejó que se extendiera la corrupción a su alrededor pues, satisfechos sus íntimos colaboradores, no conspirarían contra él. No era un borrachín, ni un putero como muchos de sus compañeros de África de los que desconfiaba, pero sí soberbio y vanidoso. Se ganó fama de cruel, disciplinado y temerario (única manera de ascender por méritos de guerra dado su expediente académico y sus capacidades). También es un camelo que fuera el general más joven de Europa después de Napoleón. Sólo en el escalafón militar español hay varios que alcanzaron el generalato más jóvenes que él. Respecto al tono irónico con que se permite referirse a mi “heroica lucha antifranquista”, le diré que no se me ocurririría ponerme esa medalla. No es usted nadie para exigirme heridas de combatiente antifranquista para poder escribir sobre Franco con fundamento. Tuve suerte, sólo recibí un par de porrazos huyendo de los grises que me dejaron un par de cardenales en la espalda de recuerdo por gritar “¡Libertad!” y otros gritos insensatos. Perdóneme, pues, por mi íntima confesión por referir cómo la gozábamos mis compañeros subversivos y yo cantando “Se va el caimán”. Era un juvenil desahogo por el par de porrazos encajados y otras razones ajenas, quizás, a su tan sensible sensibilidad. Compréndalo. Usted es cuatro años mayor que yo, ¿acaso le gustaba vivir bajo una dictadura y prefería cantar con sus compis el “Cara el Sol” o dar los consabidos gritos de ritual a voz en cuello? Un suponer. Documéntese un poco antes de ponerse en ridículo e ironizar sobre un catedrático, que no será “ilustre”, pero no es un boquirroto malinformado como algunos políticos y militares ignorantes que desprestigian a sus propios compañeros por no saber callarse a tiempo. Le ha molestado como creyente mi referencia a Dios como otro “tótem ideológico” (yo decía “blanco, negro, rojo o azul”). Le presento mis disculpas por semejante lapsus mentalis, pues infiero que es usted creyente como buen demócrata cristiano y se ha sentido ofendido. Los ofendidos por Franco y su régimen no contamos. Tenemos ya callo. Pero no coja el rábano por las hojas. Sea honesto, y no se quede con la anécdota ignorando la categoría. Es evidente que yo repudiaba la justificación de todo crimen se haga en nombre de lo que se haga. Franco se hartó de cometerlos bajo el signo de la cruz (“Gran Cruzada de Liberación Nacional”, llamó a su masacre civil), símbolo de los cristianos, ¿no? Y bajo el amparo de la Santa Madre Iglesia. Sólo pretendo llamar a las cosas por su nombre, y eso molesta siempre a los que Jesuscristo llamaba “sepulcros blanqueados”. También me cuestiona que Franco robara. Qué osada es la ignorancia. Lo hizo contrabandeando con tabaco y con el café que Getulio Vargas destinaba a la España hambreada. En 1940 tenía Franco un capital propio acumulado de 34 millones de pesetas, cantidad equivalente hoy a unos 388 millones de euros. No voy a pedirle que se instruya leyéndome [7]. Pero infórmese al menos un poco con los profesionales consagrados como Paul Preston, Ángel Viñas, Enrique Moradiellos, Julián Casanova, Glicerio Sánchez Recio, Carlos Fernández Santander y tantísimos otros antes de ponerse a dar lecciones [8]. El que se ha retratado aquí es usted. Yo no vivo amargado sino venturosamente feliz, y no destilo ni odio, ni rencor, ni me alimento de mitos como usted, pero sobre la figura de Franco, que le quede claro: todo mi desprecio. Y sólo ofende quien quiere y puede. No dudaré de su buena fe (¿?) como no dudo de su petulancia. Y no puedo reiterarle mi reconocimiento y respeto a sus opiniones como hace gentilmente usted con las mías (¿?), pese a que sea un “ilustre” abogado y diputado, antiguo ucedista y hoy destacado pepero centrado, miembro de FAES (todo un referente de intelectual independiente). Y, además, coronel de Caballería y diplomado de Estado Mayor. Me rindo ante semejante currículum que, a la vista de lo visto, le luce poco. Eso sí, que le conste que, como persona y ciudadano (no albergue la más mínima duda al respecto), tiene usted mi más absoluta consideración.
Notas a pie de página
[1] Antes de pretender mostrar que sabe mucho del general Cabanellas le recomiendo que lea de su hijo Guillermo Cabanellas: La guerra de los mil días. Nacimiento, vida y muerte de la II República española. (2ª ed. revisada y corregida) 2 vol. (Heliasta. Buenos Aires, 1975) y, sobre todo: Cuatro generales, 2 vol. 1.Preludio a la Guerra Civil y 2.La lucha por el poder. (Planeta. Barcelona, 1977). Especialmente este tomo pues, como es probable que ignore, de los 4 generales a que se refiere uno es su padre, y algo sabrá.
[2] También le sería útil leer el libro de Federico Bravo Morata: Franco y los muertos providenciales. (Fenicia. Madrid, 1979)
[3] Igualmente, si lee vd. del más fiel de los franquistas, su primo carnal e íntimo colaborador, Francisco Franco Salgado-Araujo: Mis conversaciones privadas con Franco. (Planeta. Barcelona, 1976, reeditado en 2005), descubrirá usted a un Franco mucho más real que el que tiene vd. tan mitificado. También, Mi vida junto a Franco. (Planeta. Barcelona, 1977) le será de utilidad para compobar que, de caudillo, poco.
[4] Stanley G. Payne: Los militares y la política en la España contemporánea (Ruedo Ibérico. Paris, 1968, p. 291).
[5] R.O. de 9 de julio de 1907 (Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, nº 149. Madrid 11/VII/1907, pp. 91-93)
[6] R.O. de 13 de julio de 1910 (Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, nº 151. Madrid, 14/VII/1910, pp. 170-172.
[7] Alberto Reig Tapia: “Francisco Franco: Un “Caudillismo” frustrado” (Revista de Política Comparada, nº 9. UIMP. Verano, 1982, pp. 187-220; Franco “caudillo”: mito y realidad. (Tecnos, 1995, 301 págs.), Franco. El César superlativo (Tecnos. Madrid, 2005, 397 págs) o La Cruzada de 1936. Mito y memoria (Alianza. Madrid, 2006, 428 págs). Y si para escribir su carta-artículo se ha asesorado vd. con historietógrafos como Pío Moa -un suponer-, me permito modestamente recomendarle mi libro: Anti Moa. La subversión neo franquista de la Historia de España. Prólogo de Paul Preston. (Ediciones B. Barcelona, 2006, 2ª ed., 521 págs).
[8] Todos ellos han escrito abundantemente y con rigor académico biografias de nuestro inolvidable dictador y su bendito régimen. Le recomiendo a modo de síntesis, Paul Preston: El gran manipulador. La mentira cotidiana de Franco (Eds. B. Barcelona, 2008) y Franco. Caudillo de España. (Debate. Barcelona, 2015 ed. actualizada), ángel Viñas: Franco, Hitler y el estallido de la Guerra Civil: Antecedentes y consecuencias. (Alianza Editorial, Madrid, 2001), La conspiración del general Franco y otras revelaciones acerca de una guerra civil desfigurada. Edición revisada y actualizada. (Crítica. Barcelona, 2012), La otra cara del Caudillo. Mitos y realidades en la biografía de Franco. (Crítica. Barcelona, 2015), Sobornos. De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco. (Crítica. Barcelona, 2016) y conMiguel Ull laita y Cecilio Yusta Viñas: El primer asesinato de franco. La muerte del general Balmesy el inicio de la sublevación. (Crítica. Barcelona, 2018); Enrique Moradiellos (Dir.): Las caras de Franco. Una revisión histórica del caudillo y su régimen. (Siglo XXI de España. Madrid, 2016) y Franco. Anatomía de un dictador.(Turner. Madrid, 2018); Julián Casanova: La iglesia de Franco.(Crítica. Barcelona, 2005) y con otros: 40 años con Franco. (Siglo XXI de España. Madrid, 2015); Glicerio Sánchez Recio: Los cuadros intermedios del régimen franquista, 1936-1939. (Instituto de Cultura Juan Gil-Albert. Alicante, 1996), Sobre todos, Franco.Coalición reaccionaria y grupos políticos en el Franquismo (Flor del Viento. Barcelona, 2008); Carlos Fernández Santander: El general Franco. Un dictador en un tiempo de infamia. (Crítica. Barcelona, 2005). Quizás eche usted de menos bibliografía menos crítica y más complaciente con el dictador. Como por ejemplo, la del historiador Stanley G. Payne, que se ha convertido en el historiador de referencia del revisionismo neofranquista y los nostálgicos de general. Tuvo gran predicamento entre tales sectores de los que parece usted formar parte, Stanley G. Payne y Jesús Palacios: Franco. Una biografía personal y política. (Espasa. Barcelona, 2014). Pues bien, lea el exhaustivo estudio crítico sobre tal obra que un grupo de académicos le dedicó, y saque sus propias conclusiones. Ángel Viñas (ed.), “Sin respeto por la historia. Una biografía de Franco manipuladora”, (HISPANIA NOVA. Revista de Historia Contemporánea, nº 1. Extraordinario. Madrid, 2015). http://e-revistas.uc3m.es/index.php/HISPNOV /issue/archive.