El dibujante Manuel Granell y el guionista Juanarete publican ‘Plomo y gualda. El entierro mexicano de Azaña en Francia’, que repasa el exilio del político republicano.
El diplomático mexicano Luis I. Rodríguez Taboada, por orden de Lázaro Cárdenas, se jugó el tipo para salvar de las garras del franquismo al escritor Manuel Azaña, presidente de la II República española, durante su exilio en Francia tras la derrota de la Guerra Civil. “Es todo un símbolo y un canto a la solidaridad”, afirma el dibujante Manuel Granell, autor junto con el guionista Juanarete, del cómic Plomo y gualda. Entierro mexicano de Azaña en Francia (GP Ediciones, 2023). El guionista Juan Pérez (Zaragoza, 1967) se ha basado en las memorias del diplomático, editadas hace más de dos décadas en México, para trazar la aciaga andadura de Azaña y su familia en el exilio. “Conocer su labor diplomática me brindó la oportunidad de poder escribir sobre el exilio republicano y los embarques para Latinoamérica con la ayuda mexicana”, dice Juanarete.
El cómic relata el exilio de Azaña, de su mujer Dolores de Rivas Cherif y de su cuñado Cipriano, entre otros familiares, siempre al acecho de los servicios de seguridad franquistas en Francia. “La coyuntura política europea y la Guerra Mundial en la historieta ofrece contexto a los protagonistas”, explica el guionista de la obra, que también es biógrafo gráfico del líder ácrata Buenaventura Durruti.
Además, la novela gráfica también cuenta con un prólogo de la nieta de Pedro Urraca, uno de los principales protagonistas de la persecución del ilustre presidente de la Segunda República en Francia. Se trata de Loreto Urraca, autora de una novela biográfica sobre su “pérfido abuelo”, colaborador de la Gestapo nazi, perseguidor de judíos y del exilio republicano —detuvo y deportó al presidente de la Generalitat de Catalunya Lluís Companys a España para su fusilamiento— que gracias a la audaz actuación del diplomático mexicano fracasó en su intento de detener a Azaña. “Un personaje fascinante”, apunta en referencia a Urraca el dibujante Manuel Granell, jefe de publicaciones del Institut Valencià d’ara Modern (IVAM) durante tres décadas.
Luis I. Rodríguez Taboada convirtió el hotel du Midi de Montauban, en el que Azaña se encontraba moribundo, en una legación diplomática mexicana, blindando así la suerte del político republicano. “Luis I. Rodríguez tenía el mandato de su gobierno para amparar, ayudar y trasladar a México al mayor número posible de exiliados españoles de toda condición y sexo, refugiados en Francia”, recuerda Juanarete.
El diplomático, gran admirador de la figura de Manuel Azaña, “veló por él, trató de sacarlo del país y, como no pudo por su enfermedad, puso todo el empeño para impedir que la Falange exterior lo cazara”, agrega el guionista.
Tras la muerte de Manuel Azaña, acaecida la noche del 3 de noviembre de 1940, Rodríguez Taboada se enfrentó a las autoridades del régimen del mariscal Philippe Pétain para poder dar un entierro digno al político y escritor español, con el que compartió algunas de las últimas conversaciones que mantuvo en vida. “Organizó, además, las exequias de don Manuel, lo que le llevó a enfrentarse con el prefecto de Montauban, por las distintas humillaciones que pretendía para el recién fallecido Azaña, como pretender que su féretro fuese cubierto con la bandera franquista”, relata Juanarete.
Acompañados de otros republicanos en un cortejo fúnebre en el exilio, el féretro fue cubierto por la bandera mexicana. “Para nosotros será un privilegio, para los republicanos, una esperanza”, dice el personaje del diplomático en una de las viñetas. La escena, con una fuerte carga simbólica, homenajea la ayuda incondicional de México hacia los derrotados de la Guerra Civil española.
Una etapa “ocultada y denostada”
La obra también reflexiona sobre el exilio republicano y aporta claves sobre la figura sobresaliente —política y literaria— de Manuel Azaña, insuficientemente reivindicada, según los autores del cómic. “Me reafirmó en la idea de que Azaña, personal e intelectualmente, era una persona muy interesante”, afirma Manuel Granell. “Toda esa etapa de la historia ha sido convenientemente ocultada y denostada”, apostilla el dibujante.
Otra de las claves que sobrevuela la obra es la ayuda de México al exilio republicano. Fue, según sostiene Juanarete, “rotundamente por solidaridad”. “Por cariño y comprensión hacia las ideas de progreso que la República representaba, aunque hay que reconocer que las exiliadas y exiliados republicanos en Francia suponían la flor y nata de la intelectualidad, la cultura, y la ciencia española”, agrega el guionista.
El cómic se enmarca también en una floreciente hornada de novelas gráficas sobre memoria histórica, con autores de la talla de Paco Roca, Antonio Altarriba y Kim o Alfonso Zapico, entre muchos otros. “La historieta nunca puede sustituir a los estudios historiográficos ni lo pretende, lo que hace es introducir elementos de nuestra historia democrática poco conocidos y llamar la atención sobre ellos, incluso puede servir de denuncia”, reflexiona Juanarete. Por su parte, Manuel Granell reconoce que “es tremendamente didáctico al tiempo que entretenido”.
Artículo original: Lucas Marco https://www.eldiario.es/