Artículo de Eusebio Cedena para eldigitalcastillalamancha.es
A Isabelo Herreros le debemos la buena idea de haber llevado a Talavera la sede nacional de la Asociación Manuel Azaña, de la que este escritor y periodista toledano es presidente y muchas cosas más. Alma insobornable y generosa. Además de buen amigo y colaborador de nuestro periódico, Isabelo es un experto conocedor de la obra política y literaria de Azaña y un estudioso apasionado de la segunda República española, la Guerra Civil y el exilio. Un libro abierto en la conversación y un tipo tan interesante y documentado sobre ese trágico tiempo de nuestra historia del que lo sabe casi todo: los protagonistas, los hechos, los datos, la tragedia y la memoria. Su afán es admirable, y el archivo y la biblioteca que ha conseguido atesorar a lo largo de los años representan un lugar perfecto para embobarse: nunca le agradeceremos lo suficiente la enormidad de su trabajo y el acierto de haberlo instalado en el corazón histórico de Talavera.
La labor de Isabelo Herreros y la Asociación Manuel Azaña está siendo cada vez más intensa a medida que consolida su sede en Talavera y va ganando popularidad. En estos días culmina un nuevo fruto de su trabajo con el Congreso “Ochenta años después” sobre el exilio republicano y la magnífica y tan trabajada exposición “Don Quijote en el exilio”, proyectos ambos que rondaban la cabeza de Isabelo y que ahora toman forma en la UNED talaverana y en el centro Rafael Morales. Todo un privilegio del que podemos disfrutar y con el que tengo el orgullo de haber podido colaborar modesta pero apasionadamente. Las ganas con las que la Asociación Manuel Azaña ha llegado a Talavera nos hacen pensar en nuevas iniciativas que, visto lo visto, siempre serán de tan alto interés como el congreso y la exposición que ahora nos presentan. Un lujo.
Personalmente he sentido desde hace muchos años una gran pasión histórica, literaria y muy española por el trágico periodo que alcanza desde abril de 1931 hasta abril de 1939 y todos los acontecimientos posteriores, particularmente el exilio republicano que llevó a tantos compatriotas a un éxodo masivo y una vida de expatriación, destierro y melancolía. Una vida para siempre marcada por el vacío de la no pertenencia y la exclusión. De eso sabe mucho Isabelo Herreros y siempre le he agradecido que su mirada sobre ese tiempo sea limpia y honesta, desde mi punto de vista reconciliadora, tolerante y comprensiva. Yo soy un firme partidario de la memoria histórica (qué haríamos sin ella), pero esa memoria necesariamente ha de ser total y completa, nunca una memoria sesgada, sectaria y encendida de rencores y deseos de venganza, aunque este anhelo personal no parece tener buen acomodo ni estar de actualidad en la España de hoy. Es imprescindible recordar lo sucedido y contribuir a la verdad, como dice Andrés Trapiello en la última edición de su gran ensayo Las armas y las letras, pero esa verdad no puede ser la de una parte sino la de todos, es decir, la única verdad. La verdad entera en toda su tragedia y amplitud.
Esa verdad a la que nunca hay que temer y que nos permita superar para siempre lo que el propio Trapiello llama la “roña carlista” que por desgracia todavía anida en nuestros corazones y que tanto azuzan imprudente y lamentablemente populismos y nacionalismos.