WHITAKER

John T. Whitaker, un corresponsal norteamericano en la Guerra Civil Española: de la matanza de Badajoz a la de Santa Olalla (Toledo)

(Fragmento de la publicación original en Revista Cuaderna 2015-107)

Resumen: La Guerra Civil Española atrajo a cientos de periodistas extranjeros a nuestro país. Uno de ellos, el estadounidense John T. Whitaker, que acompañó a la Columna Madrid en parte de su recorrido hacia la capital de España, fue testigo directo de algunas masacres y agresiones sexuales colectivas cometidas por los militares rebeldes, y en especial por los soldados marroquíes bajo el mando del rifeño El Mizzian, oficial del Ejército de Franco.

LA TOMA DE TALAVERA DE LA REINA POR LAS TROPAS REBELDES

Talavera era el único baluarte defensivo de importancia que le quedaba a la República para oponerse al Ejército de África, en su avance hacia Madrid. En teoría, la ciudad estaba bien defendida por miles de milicianos, que contaban además con apoyo artillero, un aeródromo y un tren blindado. Pero eran unas milicias mal armadas e indisciplinadas35, faltas de estructura militar orgánica y coordinación36, que además no confiaban en el valor técnico de sus mandos37.

Todo ello hacía que estos milicianos careciesen de la capacidad suficiente para enfrentarse a las experimentadas tropas del ejército marroquí en campo abierto, donde los bisoños soldados republicanos tenían verdadero pánico a la táctica de maniobras envolventes.

Pese a estos graves inconvenientes, había depositadas bastantes esperanzas en una buena defensa de la ciudad, pues su emplazamiento en el estrechamiento del valle del Tajo proporcionaba unas buenas condiciones geográficas para ello. Se cavaron trincheras y se pusieron alambradas para defenderla por el oeste, elementos desconocidos hasta entonces en la campaña extremeña38.

Las fuerzas republicanas del sector estaban al mando del coronel Mariano Salafranca Barrio, que el día 1 de septiembre recibió importantes refuerzos procedentes de Madrid: 500 Carabineros, una compañía de zapadores, 900 hombres de una unidad de carros de combate y otros 120 de la milicia Cascos de Acero, además de la incorporación de unos 300 efectivos del Batallón de Milicias de Talavera, al mando del abogado socialista Moisés Gomero de la Fuente. En la defensa de la ciudad también participaron 79 guardias civiles de la Comandancia de Valencia, que procedentes de Madrid habían llegado el 26 de agosto39.

Pero el 3 de septiembre, lejos de realizar un ataque frontal, la columna rebelde que mandaba Asensio Cabanilllas flanqueó la ciudad por el norte y sorprendió a los milicianos por la espalda, cuando estos esperaban el ataque por la carretera de Extremadura. No obstante, algunos milicianos reaccionaron y opusieron una dura resistencia callejera, que no evitó que la ciudad cayese en poder de las tropas del teniente coronel Yagüe, a las 14,30 horas. Una vez más, los milicianos fueron sorprendidos por la táctica envolvente a la que tanto temían y huyeron en desbandada general, abandonando víveres y material bélico40. No obstante, en los combates de ese día murieron 104 soldados marroquíes y más de 300 resultaron heridos41. El periodista lusitano Leopoldo Nunes, muy proclive a los intereses de los rebeldes, asegura que en la toma de Talavera murieron 660 republicanos y 3.300 resultaron heridos42.

El coronel Salafranca pretendió establecer una línea defensiva al otro lado del río Alberche, pero desistió ante la imposibilidad de contener a los combatientes que huían mezclados con la población civil. También intentaron volar el puente del ferrocarril sobre el río Alberche, para dificultar el avance de los rebeldes, pero los dinamiteros, venidos expresamente para ello desde Puertollano (Ciudad Real), no lo consiguieron, ya que era demasiado grande y hubiesen necesitado varios días para colocar los explosivos43.

Unas horas después de ser tomada la ciudad por los fascistas, Yagüe era nombrado Comandante Militar de Talavera, cargo que ostentó poco más de una semana. Unos días más tarde, el 6 de septiembre, la Junta de Defensa Nacional le nombraba coronel habilitado y le otorgaba el mando de todas las unidades de la Legión44.

La caída de Talavera provocó una gran decepción en la España republicana y fue la causa de que un buen número de refugiados, en trenes, coches, camiones, carros y hasta en burros o a pie, se dirigiera hacia Madrid o Toledo, ante el miedo a caer en manos de los moros y legionarios. En poco tiempo, la ciudad perdió, como mínimo, el 40% de sus habitantes45.

El pánico que la inmensa mayoría de las personas de izquierdas tenía a la violencia franquista no era gratuito ni infundado, pues recién ocupada Talavera de la Reina fueron fusilados decenas de republicanos en la calle Carnicerías. Sus cuerpos permanecieron varios días tirados en el suelo para escarmiento de sus vecinos. Pero no contentos con su hazaña, los militares franquistas falsificaron la historia y difundieron una fotografía de esta calle, llena de muertos, con el texto: “Cadáveres de personas de orden, asesinados en Talavera de la Reina por las hordas rojas”46.

A partir del 3 de septiembre se inició una terrible persecución contra todos aquellos que pertenecían a organizaciones sindicales y a partidos de izquierdas, o que eran ma- sones o, simplemente, que habían votado al Frente Popular. Así, el periodista John T. Whitaker, que vivió durante dos meses en Talavera, cuenta que todos los días oía desde la habitación de su hotel cómo sonaban las ametralladoras que mataban a gente humilde, unas 30 personas diarias. La mayoría habían sido condenados a la pena de muerte en unas parodias de juicios que apenas duraban dos minutos47.

También el jesuita Fernando Huidobro, que el 8 de septiembre se unió en Talavera de la Reina a la 4ª Bandera de la Legión, denunció como asesinatos las ejecuciones de aquellas víctimas cuya culpabilidad no se hubiese podido probar, llegando a escribir que a los españoles “nos va dando ya vergüenza de haber nacido en esta tierra de crueldades implacables y de odios sin fin”48, afirmaciones que por supuesto no gustaron nada a la mayoría de los oficiales y capellanes castrenses. Fernando Huidobro creía que estas matanzas eran ejecutadas por “unos locos contra las consignas de los buenos y cristianos generales”49, cuando lo que hacían los legionarios era cumplir las órdenes de sus mandos, cuya responsabilidad última terminaba en el general Franco. En realidad, como afirma Santos Juliá, “sin ese aliento sagrado empujando sus velas, el Nuevo Estado construido tras la victoria no habría podido acometer una represión tan cruel y duradera”50.

En Talavera de la Reina se han contabilizado 138 crímenes cometidos por las fuerzas franquistas y hubo 483 ejecuciones51, que no dejan de ser meros asesinatos, pues no contaron con ninguna garantía procesal y, además, fueron condenados a muerte en juicios ilegales. A estas muertes hay que añadir otras que no figuran inscritas en el registro civil, como fue el caso de María y Pilar Bonilla Corrochano, asesinadas por falangistas talaveranos en los primeros días de septiembre. Este crimen lo conocemos gracias a los testimonios aportados por sus familiares52.

Tampoco fueron inscritos los nombres de diez republicanos asesinados en Talavera el 13 de septiembre de 1936 por falangistas canarios53. Sus cuerpos fueron arrojados al río Tajo “con una onza de plomo”54. Los diez habían sido detenidos en Las Palmas de Gran Canarias, desde donde en el vapor Dómine les llevaron a Vigo y desde aquí, en tren, a Talavera, tras hacer escala en Cáceres.

Los falangistas canarios se encargaron de la “limpieza” de republicanos en la comarca talaverana, siendo el brazo ejecutor de los “proyectos genocidas de la cúpula militar rebelde”55. Así, uno de ellos, José Ignacio Ojeda Martínez, se jactaba en una carta fe- chada el 23 de octubre de 1936 de que a sus 25 años ya tenía en su “haber cincuenta y nueve mareos”, es decir ejecuciones de pre- sos republicanos56.

Lo de llevar un registro pormenorizado de las muertes de enemigos ocasionadas no es un caso aislado, pues José Sáinz Nothnagel, líder falangista de Toledo, le enseñó a John T. Whitaker en Talavera un cuaderno en el que llevaba anotabas las ejecuciones de prisioneros republicanos que había efectuado personalmente, que en esos momentos, en los primeros meses de la guerra, ascendían ya a 12757.

El periodista norteamericano también mantuvo bastantes conversaciones con el capitán Gonzalo de Aguilera, conde de Alba de Yeltes, que era el encargado de supervisar y dirigir la actuación de los corresponsales extranjeros tanto en el frente como en la retaguardia58, ante quien estaba acreditado desde el mes de agosto59. Aguilera le dijo a Whitaker que había que “matar, matar y matar” a todos los rojos, para extirpar el virus bolchevique y librar a España de “ratas y piojos”. Según este aristócrata y terrateniente era preciso eliminar a un tercio de la población masculina, de esa forma se acabaría con el problema del paro obrero y con el peligro que para las clases dominantes representaba un proletariado cada vez más numeroso, concienciado y reivindicativo60.

Los corresponsales extranjeros sospechosos de no comulgar con las tesis fascistas eran estrechamente escudriñados para detectar posibles intentos de sortear la censura. Por lo general, se les castigaba con el hostigamiento diario y, llegado el momento, con la expulsión de España61. En sus despachos diarios los periodistas no podían decir lo que habían visto y tuvieron que hacerlo a posteriori.

Por este motivo, aunque Whitaker pretendía mostrarse algo aséptico en sus crónicas, sí que utilizó los términos rebeldes, insurgentes o fascistas para denominar a militares franquistas62, que querían que se les llamase “leales”. Incluso llegó a escribir que Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, era liberal comparado con el fascismo español63. Esto motivó que le detuviesen y le llevasen a Cáceres acusado de “no tener los pases apropiados”64. Las protestas diplomáticas norteamericanas ante el Gobierno de Burgos, permitieron su pronta puesta en libertad. Junto a él también estuvieron detenidos otros tres notables periodistas extranjeros: O´Dowd Gallagher, Floyd Gibbons y Hubert Renfro Knickerbocker.

Referencias

35 R. Fraser, Recuérdaloyrecuérdaloaotros.Tomo 1, Barcelona, Grijalbo, 1997, p. 357. Timoteo Ruiz, de Los Naval- morales de Pusa, destinado en el frente bélico de Talavera de la Reina, cuenta que algunos milicianos locales aban- donaban sus posiciones por la noche y se marchaban a dormir a sus casas en coches y camiones.

36 C. Falcón, Madrid…, p. 163.

37 J. Asensio Torrado, ElgeneralAsensio…,pp. 16-17.

38 G. Cardona, y F. Fernández Basterreche, “La guerra de columnas”, en España1936-1939.Laguerramilitar.Tomo 1, Madrid, Historia 16, 1996, p. 72.

39 Archivo Histórico Provincial de Toledo. Gobierno Civil, Fondos de la Comisaría de Policía de Toledo, A.C. 11.140. Expediente personal de Carlos Bartoret Fonte.

40 M. Koltsov, Diariodelaguerraespañola,Madrid, Akal, 1978, p. 90.

41 M. Ibn Azzuz Harim, Lasactitudesdelosmorosanteelalzamiento, Málaga, 1997, ed. Algazara, pp. 86-88. El encar- gado del cementerio moro en Talavera enterró durante los tres meses que estuvo en la ciudad a 597 askaris.

42 L. Nunes, Laguerraen España, 3ª ed., Granada, Librería Prieto, 1938, p. 211.

43 Mª. T. León, Memoriadelamelancolía, Buenos Aires, Losada, 1970, p. 178.

44 L. E. Togores, Yagüe.Elgeneralfalangista…,p.321.

45 J. C. Collado Jiménez, “Refugiados y evacuados de la provincia de Toledo al comienzo de la guerra civil (1936)”, en Espacio,Tiempo yForma, Madrid, UNED, Serie V, Historia Contemporánea, t. 21, 2009, p. 245.

46 Para más información véase J. Pérez Conde, J. C. Jiménez Rodrigo y B. Díaz Díaz, La GuerraCivil en Talaveradela Reina…, pp. 208-217; B. Díaz Díaz (coord.), La guerrilla en Castilla-La Mancha, Ciudad Real, Almud, 2004, p. 21. 47 J. T. Whitaker, We cannot escape…,p. 111.

48 P. Preston, Elholocaustoespañol.OdioyexterminioenlaGuerraCivilydespués, Barcelona, Círculo de Lectores, 2011, p. 455.

49 H. Raguer Suñer, “La Iglesia y la represión en la guerra civil”, en J. Chaves Palacios (coord.), HistoriayMemoriadela Guerra Civil en Extremadura: Badajoz en agosto de 1936, Diputación de Badajoz, 2006, p. 46.

50 Citado en A. L. López Villaverde, “Iglesia de la Cruzada. La elaboración del mito de la Cruzada”, en M. Ortiz Heras y D. A. González Madrid, De la cruzada al desenganche: la Iglesia española entre el franquismo y la transición, Madrid, Sílex, 2011, p. 37.

51 J. Atenza Fernández y B. Díaz Díaz, “La mortalidad en Talavera de la Reina durante la Guerra Civil española” en Cuaderna, nº 16−17 (Talavera de la Reina, 2008−2009), pp. 182-183.

52 Ibídem, p. 177.

53 E. Sales Almazán, “1936. `Los canarios´, unos visitantes indignos”, en Memoria antifranquista del Baix Llobregat, nº 17, 2017, pp. 74-75.

54 A. Millares Cantero y M. Paiser Medina, DoctorMonasterio(1909-1936).Unjovenisleñoasesinadoporfalangistas,

Barcelona, Autores, 2016, pp. 225 y 246.

55 S. Millares Cantero, “Los falangistas canarios en el frente de Toledo: de idealistas convencidos a asesinos en masa”, en F. Alía Miranda y A. R. del Valle Calzado (coords.), LaGuerraCivilenCastilla-LaMancha,70añosdespués, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2008, p. 501.

56 A. Millares Cantero y M. Paiser Medina, Doctor Monasterio…, p. 265.

57 J. T. Whitaker, Wecannotescape…,p. 111.

58 L. Arias González, Gonzalo de Aguilera Munro, XI conde de Alba de Yeltes (1886-1965). Vidas y radicalismo de unhidalgoheterodoxo, Ediciones Universidad de Salamanca, 2013, p. 130.

59 Ibídem, p. 179.

60 J. T. Whitaker, Wecannotescape…,pp. 108−110.

61 P. Preston, Idealistasbajolasbalas.CorresponsalesextranjerosenlaguerradeEspaña, Barcelona, Debate, 2007, p. 162. 62 Biblioteca del Congreso de Washington (USA), NewYorkHeraldTribune, 12 de setiembre de 1936. Documentación facilitada por Natividad y Adela García Navarro.

63 Biblioteca del Congreso de Washington (USA), NewYorkHeraldTribune, 17 de setiembre de 1936.

64 Ibídem. NewYorkHeraldTribune, 19 de setiembre de 1936. Documentación facilitada por Natividad y Adela García Navarro.

Artículo original Benito Díaz Díaz. Revista Cuaderna Nº 21- 22 (2015- 2017)

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